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¿Y si dejáramos de querer ser fuertes, poderosos, perfectos a toda costa? Saber que eres débil, triste o vulnerable, no esconderlo y asumirlo paradójicamente aumenta nuestra confianza. Este es el por qué.

No me puedo imaginar ni por un segundo contándoles a mis seres queridos sobre mis noches de insomnio, decía un cliente, Antonio, director financiero de una imprenta en apuros al borde del agotamiento. En un entorno socioeconómico que valora a los ganadores exitosos, fuertes e invulnerables, reconocer sus debilidades es un verdadero desafío. “Vivimos en una sociedad enojada con la fragilidad”, confirma el filósofo y psicoanalista Miguel Benasayag. Una sociedad con sueños “frankensteinianos” que prometen la fuerza de los individuos a través de la estética robótica, prótesis variadas,etc. Pero estos sueños de omnipotencia se oponen al principio mismo de la vida. Nuestra existencia no puede desarrollarse constantemente en potencia. Cuando estamos en un impulso permanente, muchas cosas se nos escapan. Nuestra percepción de los demás, de nuestro entorno, nuestra capacidad de reflexión están disminuidas. Lanzados hacia adelante, constantemente activos, ya no nos tomamos el tiempo para detenernos y observar lo que nos rodea.

Confía en tus defectos

Aceptar y reconocer la propia vulnerabilidad puede ayudar a generar confianza en uno mismo.

Al aprovechar nuestras debilidades, podemos obtener la certeza realista de que contamos con los recursos internos necesarios para hacer frente a las situaciones a las que nos enfrentamos.

Cuando nos sentimos debilitados, nos vemos obligados a ‘desconectarnos’, a ponernos en una posición de retraimiento. En estos momentos, nos reconstituimos, reconstruimos y multiplicamos nuestra sensibilidad por diez: el pensamiento y los sentidos se agudizan y refinan. Tener en cuenta los obstáculos hace que sea más fácil superarlos. Negarlos conduce al fracaso.

Somos “los animales más vulnerables”, recuerda la psicoanalista Marie Balmary. Para ella, la negación de la fragilidad es una cuestión de ceguera y el rechazo de lo obvio: venimos al mundo “inconclusos”, incapaces de movernos y alimentarnos, totalmente dependientes de los demás. Y luego pasamos buena parte de nuestra vida consolidándonos, tratando de fortalecernos, tratar de protegernos de nuestra inevitable desaparición. Si negamos esto, cada uno se encuentra solo con su falsa fuerza, en una posición que lo aísla de los demás.

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Ahora, lo que la fuerza no puede, la fragilidad puede: es presencia sin amenaza del otro. Es al desactivar las reacciones de miedo y desconfianza, que podemos vincularnos y relacionarnos. Saber que eres vulnerable y no esconderlo te permite acercarte a los demás, pero también pedir ayuda. Para el neuropsiquiatra Boris Cyrulnik, esta capacidad es uno de los principales factores de resiliencia en los seres humanos.

La fragilidad es lo que hace que todos seamos tan únicos. A partir de esta herida singular de la vulnerabilidad alrededor de la cual hemos construido ciegamente nuestra vida, recuperamos la confianza en nosotros mismos y en nuestras capacidades.

Tomemos el caso de una joven convencida de ser poco interesante, de ser una víctima sistemáticamente humillada en sus relaciones sentimentales. Finalmente descubrió que reproducía sin cesar la relación que tenía de niña con su madre, que la menospreciaba. Cuestionar este vínculo neurótico le abrió nuevas perspectivas para pensar y actuar.

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Aprecia tu sufrimiento

Unas palabras, un discurso familiar y paterno, una escena de la infancia,… nos marcan. Entonces debemos estar de acuerdo en separarnos de este sufrimiento al que nos apegamos y acostumbramos. Y a veces ha afectado profundamente nuestra confianza en nosotros mismos. “El trabajo de vivir” consistirá en limpiar este punto doloroso para que nos demos cuenta de que nos constituye, que no podemos negarlo y que incluso debemos apoyarnos en él para construirnos. . Nuestro defecto es la base de nuestro crecimiento.

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Autora: Lucia Rodríguez Brines

Apasionada e investigadora de la mente humana. Respeto el sufrimiento humano y procuro ayudar a disminuirlo. Convencida, como psicóloga y como meditadora, de que existe un proceso de evolución de la psique del ser humano. Cómplice del desarrollo de conciencia y valores humanos.

 

 

 

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