Alrededor del 35% de los padres, en su mayoría madres, padecen lo que se denomina “síndrome del nido vacío“. Una forma de depresión que se traduce en una sensación de abandono y vacío cuando los niños abandonan el hogar familiar. Su partida es de hecho una mezcla de alegría, felicidad, orgullo, pero también tristeza. También es una forma de angustia y renuncia. ¿Cómo aprehender de este período delicado?
¿Cómo es la salida de los hijos del hogar familiar una etapa clave en nuestra vida como padres?
Ésta es una página que pasa y se abre un nuevo capítulo. Es un momento fuerte porque la función parental, especialmente la materna, recibe un golpe de efecto. La misión de protección infantil llega a su fin. Ésta es una renuncia que no debe ser minimizada. La sensación de vacío que sentimos después de tomar vuelo del nido, sin duda, nunca ha sido tan fuerte porque los niños están en el centro de la familia en nuestras sociedades contemporáneas. Este momento también es fuente de estrés y ansiedad porque hay que aprender a soltarlos para siempre, a no controlar más su vida. Podemos trabajar para prevenir ese momento.
¿Cómo?
Tenemos que recordar desde muy temprano que nuestros hijos algún día tendrán una vida sin nosotros. No nos pertenecen. Nuestra misión es construirlos para que logren vivir lejos de nosotros. Anticipar su partida es mantener, cuando todavía están en casa, una vida aparte de ellos, no dejar la propia vida en un segundo plano. Significa tener una vida emocional y/o profesional plena o incluso actividades personales porque, en algún momento, los hijos ya no llenarán su vida cotidiana.
Anticiparse, ¿no es también empoderar a tus hijos para que se preparen para su partida?
Sí, pero no demasiado pronto. Al final de la escuela secundaria, cuando su hijo se convierte en estudiante mientras aún vive en casa, puede, por ejemplo, comenzar a dejar que gestione sus citas médicas o incluso sus procedimientos administrativos.
También es prudente mostrarle el interés de tener su carnet de conducir. Esto lo volverá gradualmente autónomo.
¿Es común la culpa de los hijos por dejar a sus padres?
Los niños a menudo se sienten culpables por irse cuando sus padres son solteros. La culpa también es más fuerte para el más joven de la familia o para el hijo único en quien ha habido una inversión masiva por parte de los padres.
¿Experimentamos la partida de nuestros hijos a la luz de nuestra propia infancia?
Nuestra reacción y nuestra manera de vivir esta partida depende en gran parte de la forma en que nosotros mismos vivimos nuestra propia historia con nuestros padres. Cuando nuestra partida ha sido dolorosa o conflictiva, inevitablemente resonará en nosotros y reactivará nuestros recuerdos cuando nuestros hijos se vayan de casa. Tienes que trabajar un poco en ti mismo para entender lo que está surgiendo en ti.
¿Esta partida es más difícil para las madres?
Sí, en general, pero depende de las situaciones personales y de qué mujer es la madre. Si, por ejemplo, ha invertido bien su vida afectiva, obviamente será menos duro que si está sola. Si bien la relación madre/hija es muy estrecha, suele ser muy complicada de manejar. Cuanto más los niños son un fuerte refugio emocional, más dolorosa y compleja es su partida.
Su partida también significa a menudo un regreso a la vida matrimonial para los padres…
Sí, y eso cambia completamente la situación a diario. Duele si la vida de los padres giraba en torno sólo a los hijos porque una vez que se han ido, la pareja parental ya no es relevante. Su partida te obliga a hacerte preguntas sobre ti mismo, a hacer un balance de tu propia vida para saber dónde estás. Hay muchas cosas en juego: miedo a la soledad, ansiedad por envejecer, etc. Tenemos que volver a conocernos, porque muchas veces nos habíamos perdido un poco de vista. Tendremos que mirarnos y mirar al otro a la cara, escucharnos en este silencio ensordecedor que deja la partida de los niños. Y no es fácil.
¿No hay algunos lados buenos también?
Si, por supuesto, la partida de los niños no es sólo una pérdida. Los padres ganan primero en libertad y tiempo. Éste es el final del tiempo de los deberes, las citas concertadas para ellos, las comidas pensadas y preparadas según ellos… ¡Sería una pena no aprovechar esta nueva libertad de movimiento! Los padres sólo tienen que cuidarse, es un sentimiento olvidado. Además, se forjará una nueva relación con los niños que se han convertido en adultos jóvenes. Y es muy gratificante.
Algunos padres se sienten aliviados al ver partir a sus hijos. ¿Hay cada vez más de ellos?
No es muy común, pero sucede cada vez más. Los niños se van más tarde hoy debido al contexto económico, lo que puede explicar esta reacción. Corresponde a los padres enviar periódicamente el mensaje de que les gustaría que consiguieran su independencia, con mucha antelación, antes de que la convivencia se complique demasiado.
Con la crisis económica precisamente, algunos niños que han conseguido su independencia están volviendo a vivir con sus padres. ¿Cómo gestionar este retorno?
Es una situación difícil para todos, tanto para los niños como para los padres que ya no están obligados a vivir juntos. Esta convivencia ya no tiene sentido, pero a veces no tenemos otra opción. Se debe permitir a los adultos jóvenes la mayor autonomía posible y no hacerlos retroceder al recuperar su papel como padres de un adolescente. Simplemente les damos refugio y un poco de consuelo si es necesario.
Con los móviles e Internet, es tentador para los padres mantener un vínculo estrecho con sus hijos después de que se vayan. ¿Qué piensas ?
No abusar. Algunas madres tienen el hábito de llamar a sus hijos todos los días desde la oficina para saber cómo estuvo su día en la escuela, y este hábito a veces es difícil de romper. Ya no tiene por qué serlo cuando el niño ha dejado el hogar familiar, aunque esté en el culo del mundo. No debemos privarnos de estas nuevas tecnologías, pero debemos saber ser razonables y resistir la tentación de enviar mensajes de texto o hacer llamadas a diario. ¿De qué otra manera pedirles que tomen una distancia psíquica real y una autonomía de adultos jóvenes? Si no se controlan, nuestros mensajes pueden volverse abrumadores rápidamente a medida que mantenemos un contacto cercano con los niños.
Autora: Lucia Rodríguez Brines
Apasionada e investigadora de la mente humana. Respeto el sufrimiento humano y procuro ayudar a disminuirlo. Convencida, como psicóloga y como meditadora, de que existe un proceso de evolución de la psique del ser humano. Cómplice del desarrollo de conciencia y valores humanos.
Si estás interesad@ en conocer nuestros servicios de psicología y mindfulness, puedes escribirme a info@psitam.com y estaré encantada de atenderte.
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