Aislamiento, agresividad, … ¿Y si, sin saberlo, fueras víctima del síndrome de abandono? Un sufrimiento que tiene su origen en la infancia. A continuación, explicaciones y consejos para calmarse.
El abandono es una de las causas más comunes de malestar. En el origen de este sufrimiento, el“abandono”, “siempre hay una situación mal vivida durante la vida fetal, la infancia o la niñez, que no es necesariamente un abandono efectivo. Aquí hablamos de un padre ausente, una madre abrumada, una pareja de padres muy unidos, o la llegada de un menor, una estancia en un internado, la muerte de un abuelo al que estábamos especialmente apegados.
Un trauma a menudo minimizado
Estos hechos, sin mayores consecuencias para algunos, serán traumáticos para otros. ¿Por qué no somos iguales ante el dolor? Cada uno de nosotros ha experimentado una separación. Nos dimos cuenta, a menudo desde muy temprano, de que mamá y papá no siempre estaban ahí, a nuestra disposición, listos para satisfacer todos nuestros deseos. Pero no todos experimentamos esta nueva soledad de la misma manera. O bien los que nos rodean pueden haber percibido, tenido en cuenta y aliviado nuestros miedos infantiles o, por motivos educativos o morales, falta de tiempo o de una correcta comprensión, no valoraban nuestras ansiedades. Y las fortalecieron. Sin embargo, no fallaron. Simplemente no nos han enseñado a separarnos con confianza y serenidad. Sin duda porque ellos mismos no lo vivieron bien de su lado.
Un miedo: volver a ser rechazado
Nos apresuramos a olvidar este episodio traumático, minimizándolo o normalizándolo. ¿Qué podría ser más “normal”, de hecho, que un nuevo hermano pequeño? ¿Y más maravilloso que los padres que se adoran? La tristeza y la ira experimentadas son al mismo tiempo arrojadas al olvido. Mientras no haya lógica en experimentar estas emociones, todo lo que queda es negar nuestro derecho a sentirlas. Salvo que, incluso sofocada, la emoción permanece muy presente. En la superficie, nuestro razonamiento, nuestra educación, nos lleva a pensar que todo esto es cosa del pasado y debe olvidarse. Pero por dentro, “hierve”.
Nuestra implacable lógica concluye que, dado que puede que nos hayan abandonado, no somos dignos de ser amados. Por tanto, esta creencia será la base de todas nuestras relaciones sociales y emocionales. Oscilaremos así entre la hipersociabilidad y la hiperagresividad, dependiendo de si sentimos la necesidad visceral de ser amados o si deseamos provocar el rechazo del otro, convencidos de que inevitablemente tendremos que sufrirlo algún día. Un círculo vicioso, que nos lleva a comportamientos paradójicos. Como Gisela, de 20 años, que siempre se opone a sus padres, pero solo sueña con ser amada por ellos. O como Joan, de 12 años, un niño reservado que hace todo lo posible para no molestar, herir, molestar a su familia y olvidarse de sí mismo. En el corazón del dolor del otro, un miedo: el de ser rechazados. Y abandonado de nuevo.
Incapacidad para vivir en pareja
Hay un área donde el dolor será más notorio: el amor. La pareja es a menudo el lugar donde saldamos nuestras cuentas con nuestra infancia. Y proyectamos las angustias del pasado unos sobre otros. Pedro, de 45 años, vive con el temor de que su esposa lo deje, pero colecciona aventuras “por si acaso”. Ángela, de 33 años, sueña con una relación a largo plazo, pero rehuye el compromiso, segura de que no estará a la altura. Miquel, de 27 años, no soporta que su pareja le diga cualidades que tiene y trata de demostrarle que es la peor persona que una mujer puede amar. Este sufrimiento tiene dos caras. Por un lado, la sensación de no ser lo que espera nuestra pareja; por otro, la certeza de que la ruptura es inevitable. Y esto, cuando lo hace, se presenta como una prueba más de que no somos dignos de amor.
¿Qué hacer con un equipaje tan pesado de llevar? Para medir su propio grado de “abandono” y tratar de calmarse-> Perdonarse un día por haber sido abandonado, y hoy aceptar merecer ser amado.
Enseñe a los niños a separarse
Existe una gran tentación de evitar el “abandono” de nuestros hijos a toda costa. Pero tenga cuidado de no caer en el exceso opuesto. Se trata de equilibrio. Realmente se trata de enseñarle al niño a separarse de una manera tranquila y segura. Si bien tratar de emanciparlo antes de que pueda hacerlo es peligroso, sobreprotegerlo conducirá al mismo problema de abandono. Desde pequeño es buena idea regalarle pequeños momentos propios, aunque esté aburrido, para que se explore a sí mismo, desarrolle su creatividad y su curiosidad. Tendemos a invertir demasiado en el niño, a querer mantenerlo ocupado todo el tiempo, a explicarle constantemente lo que sucede a su alrededor. A veces olvidamos que es bastante capaz de tener sus propias experiencias. Y aprender a lidiar con la soledad y nuestra ausencia.
Autora: Lucia Rodríguez Brines
Apasionada e investigadora de la mente humana. Respeto el sufrimiento humano y procuro ayudar a disminuirlo. Convencida, como psicóloga y como meditadora, de que existe un proceso de evolución de la psique del ser humano. Cómplice del desarrollo de conciencia y valores humanos.
Si estás interesad@ en conocer nuestros servicios de psicología y mindfulness, puedes escribirme a info@psitam.com y estaré encantada de atenderte.
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