Genera un sufrimiento abismal, nos empuja a cuestionarnos sobre la legitimidad misma de nuestra existencia… La herida del rechazo es un peso que muchas veces arrastramos durante mucho tiempo, y parece condenarnos a la soledad. Y, sin embargo, tan violenta como es, esta herida emocional no es inevitable.
Cuando el rechazo niega nuestra existencia
Es posible que ya lo hayas experimentado: la simple evocación del rechazo puede despertar en nosotros una reacción visceral, un malestar que no siempre nos podemos explicar… Si la herida del rechazo nos toca tanto es porque de todas las heridas relacionales, es la más insoportable, la más violenta. Ser rechazado está ligado al sentimiento de ser repelido, distante, sacado de la vida del otro. Por eso, a veces confundimos el rechazo con el abandono. Por supuesto, el ser abandonado implica que el otro, sea quien sea, deja nuestra existencia, pero esta partida puede estar ligada a causas ajenas a nosotros. El rechazo es mucho más grave porque da lugar a una herida que afecta nuestra propia existencia, a nuestro lugar. El otro nos aleja y eso nos hace pensar que no valemos nada. El rechazo es siempre una negación del ser, cuestiona quiénes somos.
Las causas de nuestras heridas de rechazo
La herida que deja el rechazo es tanto más dolorosa cuanto que muchas veces tiene su origen en nuestra infancia, se nos inflige de forma reiterada. Puede ocurrir que un sólo hecho genere una herida del rechazo , especialmente cuando la persona a la que afecta es muy perceptible. Sin embargo, este tipo de lesión se acumula más a menudo en capas, con el tiempo. Además, cuanto más tempranas son las experiencias de rechazo, más tienden a grabarse en nosotros, a dejar huellas a largo plazo.
¿Qué genera rechazo? Si todos lo vivimos a nuestra manera, dependiendo de nuestra personalidad y nuestra historia, el rechazo, cuando nos duele durante mucho tiempo, puede estar ligado a diferentes factores:
– Al nacer, el hecho de no haber sido querido puede crear una herida extremadamente dolorosa, sea este rechazo consciente o no. Si hay una denegación del embarazo o una interrupción voluntaria fallida del embarazo, o incluso, en menor medida, si el niño llega por accidente, las consecuencias psicológicas a largo plazo pueden ser muy duras de soportar
Durante la infancia, la herida del rechazo puede atribuirse a la negligencia de los padres. El rechazo es entonces más insidioso. En algunas familias, el niño puede sentir que no es bienvenido, que estorba. Generalmente, estos niños ven satisfechas sus necesidades básicas, pero no sus necesidades afectivas: nadie les dice que son amados, nadie los apoya en el día a día.
– El maltrato, finalmente, provoca una herida del rechazo porque es, en sí mismo, una negación de lo que somos. Puede ser entonces abuso verbal, cuando los insultos son constantes, violencia emocional, cuando nuestros sentimientos son sistemáticamente invalidados por el otro, o evidentemente abuso físico o sexual. Ciertamente, el maltrato físico deja una fuerte huella, ligada a las palizas, ¡pero la violencia cotidiana puede imprimir un sentimiento de rechazo igualmente doloroso!
Una vez rechazado, siempre rechazado: patrones de repetición
Sea cual sea su origen, la herida del rechazo plantea una pregunta existencial central: ¿dónde está mi lugar en un mundo donde siempre me lo han negado? Ante esta pregunta, muchas veces respondemos reproduciendo lo que siempre hemos vivido. Cuando esta herida del rechazo está anclada en nosotros, tendemos a encontrarnos, en la edad adulta, en nuevas situaciones que vienen a reforzarla. En la oficina, en nuestras amistades o en nuestras relaciones afectivas, nos ponemos en una situación de rechazo, seguimos actuando como si fuéramos ‘demasiado’”. Así, este patrón se refleja en nuestro comportamiento diario cuando…
– Intentamos pasar lo más desapercibidos posible para evitar el rechazo o el abuso, como ocurre cuando limitamos al máximo nuestras actividades y nuestras interacciones sociales.
– Buscamos huir del sufrimiento abismal que genera esta herida. Entonces nos refugiamos en nuestro mundo interior (como es el caso de muchos niños maltratados), o incluso adoptamos ciertos comportamientos peligrosos, por ejemplo, las adicciones.
– Tratamos de recuperar este lugar del que nos han privado. Éste puede ser el caso de los niños que tienen problemas de comportamiento, que son muy problemáticos en clase. Este tipo de estrategia compensatoria surge del deseo profundo de finalmente ser visto, reconocido. Es un impulso vital. Un impulso que también conduce al rechazo, ya que estas estrategias no son aceptables para el otro.
La herida del rechazo y la tentación del falso yo
Gritar nuestra presencia al mundo no es la única estrategia que solemos poner en marcha cuando sufrimos rechazo. Hay otras más sutiles, ciertos comportamientos en que nos ponemos las máscaras del falso yo. El perfeccionismo de estas personas se basa en un postulado simple pero lamentablemente falso: “¡Mientras sea perfecto, nadie podrá rechazarme!” »
– el salvador: aquí nuevamente, cuando tendemos a cuidar de los demás hasta el punto de olvidarnos de nosotros mismos, a veces estamos en el mismo proceso de reparación. Después de todo, “¡si me dedico a los demás, no me rechazarán!”
– éxito: ésta es quizás la máscara más narcisista. Su idea subyacente: los signos externos de valor (nuestro éxito material y profesional) reflejan nuestro valor interior. Sin embargo, esto es obviamente un señuelo: un yo grandioso no implica necesariamente una buena autoestima, ¡por muy valorado que sea este éxito en nuestras sociedades!
La herida del rechazo complica el apego y repercute en nuestras relaciones con los demás y en particular con nuestra pareja.
De hecho, cuando esperamos ser rechazados, no podemos acoger los sentimientos del otro, tendemos a evitar cualquier compromiso que pueda ponernos nuevamente en esta posición. Ésta es la esencia del apego evitativo. Sin embargo, a fuerza de no invertir en una relación, creyendo que no va a funcionar o que no valemos nada a los ojos del otro, la persona que amamos acaba por irse como habíamos previsto… cumpliendo la profecía por la cual nosotros mismos generamos el rechazo que tanto tememos.
3 caminos para no sufrir más la herida del rechazo
Por dolorosa que sea, la herida del rechazo afortunadamente se puede superar, aunque siempre se necesita paciencia y perseverancia. Éste es un punto esencial: la herida es tan dolorosa que a menudo implica un apoyo a largo plazo y un trabajo sobre uno mismo.
Más allá de la terapia, también puede ser interesante explorar algunas vías en el camino hacia la curación:
– Trabajar en el presente: es cierto que el pasado a veces es doloroso, pero hoy, ¿no hay observaciones positivas que puedas hacer?
Es importante mirar lo que estamos haciendo que puede restaurar el valor. Siempre hay algo positivo en nosotros, aunque estemos solos: podemos ser una buena madre, una compañera apreciada por los demás, incluso cuidar de maravilla a nuestra mascota.
En la misma línea, es fundamental aceptar lo positivo: tienes valor, eres amado.
– ¡Atrévete a tomar tu lugar! A primera vista, esto puede ser aterrador, pero ¿y si te atreves a entablar una relación romántica, pides un aumento de sueldo, aprendes a tocar la guitarra? En caso de dificultad, empieza por pensar en lo que amas profundamente (música, deporte, cuidar de los demás) y da pequeños pasos: asiste a una conferencia, sigue una formación online, mira un vídeo… Estos primeros pasos te permitirán aprende más sobre ti, lo que te emociona, te hace alguien diferente y extraordinario!
– Hazte una pregunta simple: “¿Estoy realmente donde debería estar?” . A veces, cuando te sientes repetidamente rechazado, es que no estás en el lugar adecuado. Ciertamente, las estrategias puestas en marcha tienden a reforzar nuestras heridas, pero darnos cuenta de que debemos estar en otro lado también puede permitir evitar ciertos rechazos. Si tienes alma de artista y eres contador, si vives en la ciudad cuando sólo sueñas con el campo, si visiblemente no estás realizado en tu relación, significa que puede ser bueno tomar medidas para realmente sé tú mismo.
Autora: Lucia Rodríguez Brines
Apasionada e investigadora de la mente humana. Respeto el sufrimiento humano y procuro ayudar a disminuirlo. Convencida, como psicóloga y como meditadora, de que existe un proceso de evolución de la psique del ser humano. Cómplice del desarrollo de conciencia y valores humanos.
Si estás interesad@ en conocer nuestros servicios de psicología y mindfulness, puedes escribirme a info@psitam.com y estaré encantada de atenderte.
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