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Afirmarse en el respeto a los demás, desactivar la agresividad, saber negociar… Comportamientos que cada uno de nosotros quiere aprender.

Enfrentando el conflicto

En la oficina, Eli, la secretaria, está molesta: su nuevo jefe dicta demasiado rápido. Ella trató de señalárselo, con un gesto tímido… Él le dedicó una breve e irónica sonrisa, luego continuó su monólogo, sin disminuir la velocidad. Eli bulle: el estrés, la frustración de no poder hacer valer sus habilidades, el miedo a que la despidan… Debilitada, se vuelve sensible a cualquier crítica. “Si hablo abiertamente”, se dijo a sí misma, “parecerá un conflicto”. ¡Los patrones son unos tiranos! Con eso en mente, ¿puede Eli imaginar una conversación positiva con su jefe?

Cuando dos personas se estancan en una diferencia de puntos de vista, lo que envenena sus relaciones y provoca enfrentamientos, hablamos de “conflicto”. El término se aplica cuando dos partes, individuos o grupos, experimentan un desacuerdo como un equilibrio de poder. Limitémonos al caso más común: el conflicto interpersonal. Cuando ocurre en la familia, en el trabajo, en la escuela…. Suscita en nosotros sentimientos de hostilidad, odio, miedo, así como sufrimiento. Para cada uno de nosotros, tanto los extrovertidos como los reservados, la situación de conflicto es una dura prueba. Hasta el punto de caer en la tentación de eludirla, fingiendo ser felices o luciendo una sonrisa que nos hace aceptables para los demás.

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Al negarnos a exteriorizar lo que nos “tuerce”, renunciamos a nuestras necesidades, optamos por una vida guiada por el decoro. Peor aún, corremos el riesgo de desequilibrios, físicos y psicológicos, al enterrar las emociones en nuestro inconsciente. De ahí el reto de aprender a afrontar positivamente los conflictos. De ello depende nuestro bienestar, nuestra alegría de vivir y de realizarnos. Para comprender mejor los casos de conflicto, veamos qué los motiva.

Cuando alguien desprecia nuestros deseos, nuestros intereses, nuestros valores, es como si nos dijera: “No sois nada. ¿Quién puede estar de acuerdo en contar para nada? La negación de nuestra necesidad de existir y de ser reconocidos provoca en nosotros la agresión. Nuestra incapacidad para reaccionar también nos enoja con nosotros mismos.

¿Fuerza peligrosa o saludable? Todo depende de la respuesta que adoptemos para encauzarla: atacar al adversario a riesgo de la violencia, evitar el conflicto sofocando sus sentimientos, establecer un intercambio con el otro para hacerse entender… Sólo esta última actitud resulta constructiva. Porque dirige el empuje agresivo hacia la autoafirmación, con respeto por los demás. Cuando somos capaces de satisfacer nuestras necesidades, teniendo en cuenta a los demás, alcanzamos la madurez emocional.

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Comunicación No Violenta

Una herramienta para ganar empatía

Pablo, médico, practica la comunicación no violenta (CNV) en el hospital. Un ambiente “tóxico” reina en este servicio que atiende enfermedades hemorrágicas: desde el asunto de la sangre contaminada por el VIH, los pacientes hemofílicos tienen mucha ira, mientras una culpa latente pesa sobre los cuidadores.

Pablo recibe en consulta a un joven de 23 años, contaminado, que le pide un somnífero además de su tratamiento. Conociendo su tendencia a abusar de este tipo de medicación, se niega. Furioso, el paciente responde: “¡Hasta ahora, todo lo que me ha recetado es una mierda!. Es en este momento que se aplica el “reflejo” de la CNV.

Consiste en controlar tus ganas de discutir y adivinar por lo que está pasando el otro, sus sentimientos y sus necesidades. Finalmente, se trata de formular una respuesta espejo. Pablo respondió: “Estás muy enojado por la contaminación del VIH. ¿Necesitas que entendamos cuánto ha destruido esto tu vida?” Sólo verte a ti mismo “reflejado”, no sólo verbalmente, sino con el corazón, trae una sensación de ser comprendido y, por lo tanto, de alivio. La tensión agresiva se desactiva, el intercambio puede continuar.

Estar atento a los sentimientos de los demás, para armonizar con lo que sienten, se llama tener empatía. La CNV se presenta como una forma de adquirir esta actitud, no sólo frente al otro, sino también frente a uno mismo. Desde la perspectiva de la progresión personal, el método consiste en escuchar a la persona con la que estás hablando y preguntarte: “¿Qué me hacen vivir sus palabras?” Si, al escuchar tu diálogo interno, atrapas un pensamiento como “Él apesta”, o si se siente irritado, date cuenta que lo estás juzgando, y ese enojo te hace enojar, sordo a sus necesidades. Para salir de ese estado, empieza por el silencio, para no sembrar violencia adicional, luego atrévete a tomar el “gesto” clave: abandonar el hábito de evaluar, sentir lo que sucede dentro de ti.

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Con coraje y paciencia, porque el cambio no se da de inmediato… Sabrás que el proceso está teniendo éxito cuando observes un desprendimiento en tu cuerpo, acompañado de sentimientos como tristeza, impotencia, soledad, desánimo… Entonces pregúntate qué necesidades no están cubiertas. Cuando lo hayas descubierto, serás capaz de movilizarte para satisfacerlo.

CNV tiene un símbolo, la jirafa, por su corazón, el más grande entre los mamíferos. Su inventor, el psicólogo estadounidense Marshall Rosenberg.

Consolando a tu “niño interior” herido

Una fuerte tendencia a atacar a los demás o a negar los conflictos casi siempre se refiere a un problema personal. Ejemplo: el caso del maltrato infantil. El bebé, el niño pequeño (hasta los 3 o 4 años) que carece de amor o sufre violencia es invadido por el dolor. No tiene palabras para pensarlo, ni otra forma de librarse de él. Por eso la olvida. Al hacerlo, forja una bomba de ira inconsciente.Más tarde, su “niño interior” herido buscará todas las oportunidades de conflicto, sin que él lo sepa, para resarcir el daño que se le ha hecho. 

Algunas víctimas, por el contrario, refrenan su agresión bajo presión, ya sea porque su cultura familiar les ha prohibido cualquier expresión de sentimientos, o porque temen verse abrumados por sus emociones enterradas. A menudo, viven bajo una máscara de frialdad y evitan la intimidad, por temor a que los intercambios de ternura rompan su sistema de control. Las tensiones que acompañan a esta represión hacen que la persona ya no se sienta cómoda en su cuerpo. Los accidentes y las enfermedades juegan entonces un papel de válvula. En tales casos, la psicoterapia puede ser útil.

La cura es reconocer el dolor, expresar los sentimientos y recuerdos que se aferran a éste. El arteterapia, los abordajes psico-corporales o la kinesiología pueden enriquecer este trabajo. Pero el sufrimiento necesita ser hablado, llorado, aceptado para liberarlo. Las sesiones semanales con un psicoterapeuta restauran gradualmente la alegría, la creatividad, el deseo de aprender y llegar a los demás. Para algunos, la sanación completa llega a través del perdón. 

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Los conflictos

Evitarlos es peligroso

El miedo a fracasar en el enfrentamiento con los demás, el miedo a dejarse abrumar por las propias emociones, el miedo a perder una relación, la incapacidad de sentir las propias necesidades… Son muchas las razones por las que preferimos callar y sufrir. Pero al evitar sistemáticamente el conflicto, ¿sabe lo que está arriesgando?

La repetición del problema en otros lugares y más tarde. Mientras un conflicto no se resuelva, inconscientemente creará situaciones en las que puede volver a actualizarse para liberar las emociones bloqueadas.

El declive de su “poder personal”. Elegir someterse es admitir que el otro es superior o más competente. Como resultado, pierde confianza en sus ideas y se desconecta de su potencial creativo.

Fatiga, trauma, enfermedad. Cuando reprimes tus emociones, almacenas tensión en el cuerpo.

Vive en el resentimiento. A fuerza de acumular frustraciones, te expones a rumiar iras, rencores, deseos de venganza… Esto lleva al odio hacia los demás y al autodesprecio.

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Ejercicio

Cómo aceptar una crítica

“Honestamente, ¿cómo puedes usar una blusa tan extraña cuando salimos juntos?” te lanza tu marido. Ahora es el momento de practicar la comunicación no violenta (basada en el protocolo de comunicación que se enseña en la Asociación de Comunicación No Violenta).

1. Cálmate. Observar sin juzgar.
2. Adivina el sentimiento y el deseo detrás de las palabras. Comprueba tu impresión con una pregunta: “¿Te sientes irritado porque te gustaría verme con una prenda clásica? Y mantener el diálogo en este registro hasta que el otro se sienta apaciguado.
3. Expresa tus propios sentimientos y necesidades: “Me siento molesto porque necesito que se respete mi gusto. »
4. Exprese su solicitud, concreta y realista: “En el futuro, ¿podemos tomarnos cinco minutos juntos, para que elija un atuendo que nos guste a los dos? »

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Autora: Lucia Rodríguez Brines

Apasionada e investigadora de la mente humana. Respeto el sufrimiento humano y procuro ayudar a disminuirlo. Convencida, como psicóloga y como meditadora, de que existe un proceso de evolución de la psique del ser humano. Cómplice del desarrollo de conciencia y valores humanos.

 

 

 

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