Importado de la India a fines de la década de 1970, hoy en pleno apogeo, el concepto de dejar ir va en contra de nuestros dictados de rendimiento. Comprenderlo mejor significa abordar cada momento de la vida con más flexibilidad.

La expresión ha salido de las salas de terapia para entrar en el lenguaje cotidiano. Forma parte, como “zen” o “autoestima“, de estos términos del vocabulario espiritual o psicoterapéutico. ¿Estás preocupado por un ser querido? Estás invitado a soltar. ¿Le preocupa una intervención oral a realizar frente a un público? “Déjate llevar”, aconsejan tus compañeros. Déjalo ir, déjalo ir. Cuanto más el mundo en el que vivimos impone control, obligación de desempeño y organización, más surge este término en las conversaciones cotidianas.

Empezar con el cuerpo

Debemos mirar hacia Oriente, especialmente a la India hindú, para detectar los primeros rastros de esta noción de dejar ir. Los maestros espirituales indios como Swami Ramdas utilizaron con frecuencia este término en sus escritos. A los occidentales que, a fines de la década de 1970, acudieron en masa a sus ashrams, aprendieron a dejar de lado su voluntad de control, sus expectativas y deseos del ego, para aprender poco a poco a aceptar los diferentes eventos, felices o infelices, que venían a ellos.

“Rendirse”: esta palabra evoca una rendición real, el hecho de “dejar las armas”. Dejar de luchar, en definitiva, como en las artes marciales donde el luchador encuentra más poder desviando la fuerza de su enemigo después de haberlo dejado llegar hasta él.

El soltar empieza en el cuerpo: es una experiencia. Una experiencia física de liberación de tensión. Como otras tradiciones y técnicas mente-cuerpo, el mindfulness invita a esta experiencia a través del trabajo de la respiración, la conciencia de las sensaciones. Se trata entonces de olvidar un poco nuestra actitud voluntarista de los occidentales, nuestras tensiones mentales, para llegar a un conocimiento más amplio,  de abandono y confianza. Nacido del cuerpo, este abandono podría extenderse gradualmente a las diferentes áreas de nuestra vida.

Actuar en el momento

Pero entonces, ¿dejar ir equivaldría a relajarse hasta el punto de dejar ir, o incluso dejar ir todo en tu vida? “Desde luego que no. No tiene nada que ver con una actitud pasiva, negativa o fatalista. Si reconozco que tengo poco control sobre los acontecimientos, sobre esta gran cadena de causas y efectos que componen la vida, puedo sin embargo actuar siempre en el momento presente.

Un ejemplo muy cotidiano. presiono el interruptor todas las mañanas y la luz se enciende. Un día, aprieto el interruptor y no sale nada. ¿Qué puedo hacer entonces? ¿Furioso, maldiciendo, golpeando como loco el interruptor por no aceptar su fracaso? Si me suelto, si no me jacto y si respiro hondo aceptando mis límites, entonces pueden venirme a la mente diferentes soluciones: comprobar que la bombilla no esté fundida, que un cable no esté fundido. Ir a la ferretería, llamar a un electricista… Cuando dejo ir mi voluntad y admito mi impotencia, mi horizonte se abre. Es muy raro que una situación esté completamente bloqueada. La impresión de estar en un callejón sin salida a menudo significa que aún no nos hemos soltado. 

Soltar requiere un esfuerzo interior, una desprogramación de todo lo que nos han enseñado a golpes de: “Cuando queremos, podemos” , etc, a base de dominio y miedo. Este “abandono activo” conduce a “una vida más acogedora, una vida donde hay espacio para lo inesperado, el disfrute, la alegría.

Renunciar a la omnipotencia

El dejar ir no está al alcance de todos. El que no tiene un espacio interno suficientemente construido, que, por razones ligadas a su niñez, tendrá dificultades para tranquilizarse.

Buenas noticias, sin embargo: equeños abandonos regulares pueden conducir a una cierta transformación de la personalidad. Es, de sesión en sesión, el levantamiento en el paciente de ciertas resistencias, la disolución de una rigidez excesiva… Esto gracias a la confianza ganada poco a poco en el vínculo entre terapeuta y cliente, y que se refleja en la vida cotidiana. de este último.

Pequeñas renuncias activas, mini-entregas propuestas también en técnicas psicocorporales y que ayudan a construir más confianza en uno mismo para prepararse también para el mayor desprendimiento que nos enseña la vida: el orgasmo, la gestación y el parto, que recorren nuestro cuerpo, el duelo de aquellos seres que amamos, nuestra propia muerte… ¡Cuántos saltos al vacío!

5 MANERAS DE DEJAR IR

1) Deja de pelear frontalmente.

2) tratar de tomar cada día como viene y disfrutarlo.

3) Aceptar que el resultado final de una acción no está en nuestras manos.

4) Dejar que otros decidan su propio destino.

5) Teme menos y ama más.

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Autora: Lucia Rodríguez Brines

Apasionada e investigadora de la mente humana. Respeto el sufrimiento humano y procuro ayudar a disminuirlo. Convencida, como psicóloga y como meditadora, de que existe un proceso de evolución de la psique del ser humano. Cómplice del desarrollo de conciencia y valores humanos.

 

 

 

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