Una clienta, que llamaremos JP, acudió a consulta movida por unas sensaciones de incomodidad que siempre se le repetían. Por ser familiares y por falta de recursos para gestionarlas simplemente convivía con ellas con el autoengaño de que ya desaparecerían. Era su forma de afrontar esas emociones que no sabían bien cómo interpretar: esconderse y fingir que no existían hasta que pasara la tormenta.

Esta forma de afrontamiento, dicho sea de paso, surgía de un miedo a las emociones negativas -es frecuente en personas muy emocionales que no saben cómo manejar tanta capacidad emocional, que bien gestionada puede llevarles a ser personas con gran conocimiento interior y de las emociones propias y ajenas, aconteciendo personas de referencia para personas que sufren (pueden llegar a trabajar en profesiones como psicología, escritores, comunicadores, etc).

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Volviendo al tema por el que acudía JP a consulta… ella se quejaba que siempre notaba sensaciones extrañas con hombres y mujeres. Estas sensaciones eran confusas para ella y muy diversas, pero todas en tonos emocionales tristes y desalentadores.

Con los hombres se relacionaba por un lado des de la competitividad en ocasiones. Le gustaba ser reconocida por ellos, ser tenida en consideración, ser vista e integrada y validad por los hombres. Deseaba ser en parte como los hombres en algunos rasgos, ser como ellos para poder ser aceptada.

Con las mujeres se movía entre la esfera de la sensibilidad y expresión emocional, destinando tiempo a escuchar a sus compañeras y amigas, y solamente buscando un apoyo emocional cuando lo necesitaba en su madre. Ninguna otra persona podía acceder al universo emocional más secreto de JP. Había ahí una cierta exclusividad del vínculo, esa era una dificultad relacional que resolvimos primero en terapia: confiar en los demás para poder confiar también en ella misma. Lo cual nos lleva al tema del estilo de apego que expongo a continuación.

ESTILO DE APEGO O VÍNCULO:

¿Cómo te vinculas con los demás? Como te vinculaste en la infancia con tus padres

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¿Cómo resolvimos este tema con JP? y hago un alto en este punto. Comenzamos arrojando luz a la cuestión del estilo de apego. En este caso, el tipo de apego que le impedía creer que los demás eran sinceros en su afecto hacia ella era el temeroso. Un tipo de apego que se caracteriza por desconfiar de los demás, tener miedo de ellos y a la vez desear su afecto desesperadamente. Este tipo de apego se forma en la infancia, cuando los niños tienen dificultades para separar lo que es un castigo por una conducta que han hecho incorrecta y ellos mismos como personas.

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Los niños que son castigados y que desconocen el motivo del castigo o bien en el motivo no se les separa que ellos no son el problema como personitas, sino el hecho en sí. Los niños sensibles todavía son más vulnerables y pueden asumir directamente que ellos tienen algo en su interior que no es válido, que no son merecedores de afecto porque interiormente los cuidadores (normalmente los progenitores) han visto en ellos algo que merecía ser castigado, algo interior, alguna tara. Si además los padres no son muy proclives a la expresión emocional y la compresnión de las emociones, entonces los niños sentirán reparo o vergÜenza por abordar el tema, quedándose aún más grabada la percepción de ser inadecuados, sin llegar nunca a ser puesta sobre la mesa y aclarada por los progenitores bienintencionados.

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Así pues, la percepción de los demás de ese niño/a cuando crece es ambivalente. Por un lado quiero el amor de los demás pero por otro lado los percibo a los demás como castigadores y que en cualquier momento me pueden castigar, y además yo acataré ese castigo porque considero que hay taras en mi forma de ser que los demás pueden descubrir y que yo desconozco (pero si mis progenitores las descubrieron y yo confiaba en su infinito sentido de omniscencia, pueden descubrirlas también los demás y yo no las cuestionaré).

Si a eso añadimos un ingrediente de predisposición genética a la ansiedad, a la emocionalidad negativa, etc, podemos entender que la persona tenga este estilo de apego de miedo a los demás bien insertado en su forma de ser.

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Esta misma persona en su familia también eran proclives a la emocionalidad negativa, además sus padres sufrían algunos conflictos conyugales cuando la engendraron, y que más adelante no se suavizaron sino que estaban latentes, aunque no se manifestaba de forma colérica y violenta sino silenciosa, para mayor confusión de JP.

La emocionalidad negativa como rasgo de personalidad de los progenitores favoreció también en JP cierta tendencia hacia el pesimismo, o interpretación negativa de la realidad, potenciando así todavía más su baja autoestima.

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Muchas personas, como JP, pueden sentirse culpables si se desmarcan de esa tendencia, y son felices y optimistas, porque sienten que traicionan a sus progenitores siendo más felices que ellos. Quieren ser igual que ellos para poder así ser aceptados de forma inconsciente. Así pues, otra de las líneas terapéuticas que seguí con JP fue que no se sintiera culpable si se sentía contenta y satisfecha, que eso era algo positivo y totalmente aceptable y natural. No traicionaba a nadie si adoptaba ese estilo emocional más equilibrado.

autoestima

Las relaciones con los demás constituyen nuestro centro de satisfacción y calma. Si construimos nuestras relaciones en base a vínculos seguros, esa calma suplantará la ansiedad de no sentirnos queridos, una sensación subjetiva de insatisfacción y que interpreta las acciones de los demás para con él mismo bajo el supuesto de se sienten obligados, no me quieren.

CONCLUSIONES

Volviendo al tema anteriormente desarrollado en los primeros párrafos. JP descubrió que se relacionaba de la siguiente forma con hombres y mujeres:

Cuando existía una tríada, un hombre y una mujer + JP, ella se relacionaba con los hombres des de la competitividad, pretendía luchar para conseguir la valoración y el respeto de las mujeres, en muchas ocasiones, amigas suyas. Con ello JP buscaba inconscientemente el afecto de la madre, pues partía de un estilo de apego preocupado o dependiente (el cual se caracteriza por infravalorarse y sólo adquirir valor si recibe afecto de los demás).

Pero también JP deseaba conseguir la valoración del hombre, el afecto y reconocimiento de la parte masculina, y por eso, también competía con las mujeres.

En definitiva, el caso de JP no es un caso tan extraño, es frecuente en personas de todo el planeta. Las formas en que aprendemos a relacionarnos de pequeños con nuestros cuidadores serán las formas en que nos vincularemos con las demás personas toda la vida. Basta un poco de introspección para darse uno cuenta de que hay ciertas emociones que no cuadran.

auto-exigencia-autoestima

Con JP realizamos un trabajo intenso en autoestima, asertividad…superó poco a poco su inseguridad y pudo dejar de sentirse acomplejada e inferior ante desconocidos e incluso personas cercanas.

Todos tenemos muchas facetas por descubrir de nosotros mismos, cuando abrimos la caja de las maravillas de la mente, éstas surgen y nos sorprenden. Podemos ser mucho más felices si resolvemos nuestros síntomas de malestar, que en el fondo, no suelen ser más que una interpretación de la realidad, incorrecta y dañina para uno mismo.

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