¿Qué es la educación emocional?
Educación emocional: es un conjunto de habilidades que nos permiten controlar las emociones negativas frente a una adversidad con el objetivo de que no persistan mas de lo necesario y por tanto no interfieran en los futuros aprendizajes.
¿Como madre o padre cómo promuevo el conocimiento de las habilidades de autorregulación y autocontrol en mi hijo/a?
En primer lugar, un padre o madre debe ser consciente del importante papel que tiene, es un modelo literalmente. Los hijos van a imitar vuestro comportamiento, vuestra forma de expresaros, de comportaros…
Y…. ¿Cómo funciona el comportamiento humano?
¿Por qué ante una misma situación hay personas que se comportan de una manera y otros de otra?
Porque cada uno la interpreta de una manera diferente. Aquí aparece el pensamiento o nuestra manera de interpretar la situación.
Y…¿Qué es un pensamiento?
Un diálogo con nosotros mismos. A veces el pensamiento viene acompañado de imágenes. Eso es un pensamient.o
Y…¿Estamos siempre pensando o hay momentos en que no pensamos?
Incluso en los momentos en que estás más relajado, puedes pensar: “ay que bien estoy”, y eso es un pensamiento. Así que siempre estamos pensando. Lo que pasa es que nuestra cabeza va tan rápido que no somos capaces de ver exactamente lo que pensamos.
Pero lo que pensamos nos afecta a nivel físico, a nivel emocional y a nivel de comportamiento. Por ejemplo: voy por la calle y me encuentro con alguien que no me apetece para nada saludar. En ese momento pienso: “¿y ahora qué?” y automáticamente noto algo en el pecho; Emoción: agobio,; Comportamiento: miro un escaparate y hago que no lo he visto.
En resumen,
Ya sabemos qué es un pensamiento, que siempre estamos pensando y que lo que pensamos determina nuestro comportamiento.
A continuación expongo el cuento del elefante encadenado de Jorge Bucay, para acabar de comprender el peso de nuestros pensamientos, y cómo condiciona nuestra vida:
El elefante encadenado (Jorge Bucay)
Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales… Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas.
Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir. El misterio sigue pareciéndome evidente. ¿Qué lo sujeta entonces? ¿Por qué no huye?
Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: «Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?». No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, olvidé el misterio del elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez.
Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño. Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él. Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro… Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede. Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo. Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza…
Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos pensando que «no podemos» hacer montones de cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo, cuando éramos pequeños, lo intentamos y no lo conseguimos. Hicimos entonces lo mismo que el elefante, y grabamos en nuestra memoria este mensaje: No puedo, no puedo y nunca podré. Hemos crecido llevando ese mensaje que nos impusimos a nosostros mismos y por eso nunca más volvimos a intentar liberarnos de la estaca. Cuando, a veces, sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas, miramos de reojo la estaca y pensamos: No puedo y nunca podré.
Conclusión:
Efectivamente nuestra manera de pensar viene determinada por nuestra genética y nuestras experiencias. Las experiencias fueron las que llevaron al elefante a creer que no podía escapar. Todos podemos reflexionar sobre aquello que nos bloquea nuestro crecimiento y expansión y poner a prueba de nuevo nuestra fuerza para soltarlo y liberarnos.
Tipos de pensamientos (y no son los positivos o los negativos)
Hay dos tipos de pensamientos: los reales y los distorsionados. Los reales están basados en pruebas objetivas. Los pensamientos distorsionados o bien no tienen pruebas o bien tienen pruebas pero las exageramos. Tanto los pensamiento sreales como los distorsionados me pueden hacer sentir bien y mal.
Ejemplo: me levanto por la mañana y le digo a mi marido: “me voy que tengo que hacer un montón de cosas: esto, esto y aquello”. Llego por la noche y mi marido me pregunta: “¿qué tal como te ha ido el día” y yo le contesto: fatal. No he hecho nada, he tirado el día. Porque de lo que tenía que hacer sólo he hecho dos cosas, y esto y aquello que era lo más importante no lo he hecho, como si hubiera perdido el día.
Este pensamiento: “he perdido el día” es un pensamiento real o distorsionado? ¿Me hace sentir bien o mal? Es un pensamiento que me hace sentir qué emoción? Frustración, enfado, ¿Cuánto puedo estar de enfadada? Del 1 al 10. “No he hecho nada, he perdido el día”, así que bastante alto: un 8 o un 9.
Ahora bien, ¿cuál sería la realidad de ese pensamiento distorsionado? Lo más concreto posible: he hecho 3 cosas y otras 2 no. ¿Las otras cosas qué? ¿Me hubiera gustado hacerlas o no? Sí. Pues el pensamiento más ajustado a la realidad sería algo así como: he hecho 3 de 5 cosas pero me hubiera gustado hacerlo todo. ¿Este pensamiento me hace sentir bien o mal? Te hace sentir menos mal.
Ya tenemos la primera diferencia entre pensar de forma distorsionada y pensar de forma real. ¿Qué consigo entonces pensando de forma real? De entrada disminuir la intensidad de una emoción negativa. Me siento menos frustrado , decepcionada y enfadada cuando pienso: “he hecho 3 de 5 cosas pero hubiese gustado hacerlo todo”.
Como padre/madre tengo que tener claro que si hago un esfuerzo por interpretar las situaciones de una manera realista, aunque esa situación me genere una emoción negativa, la intensidad de esa emoción negativa será menor.
¿Cómo funciona mi cabeza cuando pienso de forma distorsionada?
¿Qué sigue al pensamiento…. “no he hecho nada, he perdido el día”? Puede seguirle: “mañana me pasará igual”, “soy un desastre”, “siempre igual”….etc. Así pues, un pensamiento distorsionado invita a venir a otro pensamiento distorsionado, que llama a otro. Y al final le damos vueltas al problema, es lo que llamamos el círculo vicioso de la preocupación. Des de aquí difícilmente voy a llegar a la solución.
¿Cómo funciona mi cabeza cuando pienso de forma realista?
Sin embargo, ¿cómo funciona nuestra cabeza pensando de forma realista?–> “bueno he hecho 3 de 5 cosas, me hubiera gustado hacer más”. Le sigue otro pensamiento realista: “venga, el martes que tengo un ratito me pongo y lo hago”, o hago un análisis: “claro, es que me he encontrado a tal persona y me he entretenido y he encontrado un atasco”, etc. La forma de pensar realista nos invita a pasar a la solución.
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