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Como ya comenté en un post anterior, el aspecto crucial a la hora de determinar la calidad del vínculo madre-hijo/a es la sensibilidad materna, que se entiende como un patrón de conducta del cuidador principal que ofrece tranquilidad y calma al niño/a y proporciona confort, prestando atención a sus señales y reduciendo su angustia.

Un cuidador sensible sería el que presta atención a las señales del bebé, las sabe interpretar correctamente y responde de forma apropiada y contingente. La adecuada sensibilidad materna se relaciona directamente con el estilo de apego seguro en el niño, entendido por Bowlby como un vínculo duradero con el cuidador principal, que le ofrece seguridad a partir de la percepción del cuidador como disponible, empático y responsivo.

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Efectos negativos de la depresión materna para el vínculo

La depresión en el embarazo produce consecuencias negativas en la interacción madre-hijo, debido a que muchas veces la sintomatología depresiva genera ensimismamiento materno, el cual disminuye la capacidad de percibir e interpretar las señales del bebé, lo que se traduce en una baja sensibilidad frente a las necesidades del infante.

La reacción inapropiada insensible de la madre frente a las señales del bebé altera el proceso de regulación emocional recíproca madre-hijo.

Los estudios revelan que los hijos de madres depresivas exhiben un riesgo mayor de desarrollar un estilo de apego inseguro. Los efectos negativos en el vínculo aumentan mientras más severa y crónica es la depresión de la madre. Ejemplos de un estilo de apego inseguro son por ejemplo que el niño aprenda a “auto-calmarse” a sí mismo al haber aprendido que su madre no acudirá a paliar sus necesidades siempre que lo necesite. Eso puede llevar al bebé a retraerse del trato social, a no confiar en los demás, puede sentirse rechazado, aprende que sus necesidades no cuentan, etc.

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¿Cómo fomentar un vínculo fuerte y seguro madre-hijo?

Lo contrario sucede en un estilo de apego seguro, en que el bebé siente que su figura de apego “siempre está ahí para mí” (puedo contar con ella siempre). Para desarrollar este estilo de apego en el niño/a, la madre debe comprometerse con la crianza del hijo, es decir, invertir tiempo y energía mentales, poseer sensibilidad materna, conocer a su hijo e intentar comprender la conducta de su hijo/a atribuyendo a estados mentales (es decir, mentalización).

Teniendo en cuenta esto, actualmente se sabe que la depresión de la madre no sólo afecta a su bienestar sino también a la relación madre-hijo y al desarrollo del niño. Así pues, algunos estudios apuntan que la disminución de la sintomatología depresiva en las madres durante el embarazo favorece una vinculación positiva con el bebé y su adecuado desarrollo.

La máxima preocupación hasta hace un tiempo era reducir la sintomatología depresiva durante el embarazo para prevenir la depresión postparto, pero no se incluía como foco la calidad del vínculo madre-hijo. Los estudios demuestran que, a través de la intervención psicológica si se requiere, deben potenciarse y trabajarse las interacciones positivas madre-bebé des de antes del parto, ya que el vínculo madre-hijo se construye desde la gestación.

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