La teoría del apego surgió de la investigación realizada por John Bowlby y Mary Ainsworth. Estos investigadores revolucionaron el paradigma de la psicología señalando la importancia del apego de los niños hacia sus madres y el conflicto con su separación, deprivación y pérdida.
Esta teoría es importante ya que explica nuestro estilo de apego de adultos, es decir, si nos relacionamos con los otros des de la seguridad y el apego seguro (nivel saludable de autoestima y autoconfianza y de confianza y percepción positiva de los demás) o des del miedo al rechazo y al abandono (estilo de apego inseguro). Si tenemos dudas sobre nosotros mismos, no confiamos del todo en los demás, anticipamos y leemos el rechazo y el abandono a la mínima de cambio, y en definitiva, estamos atentos al mínimo signo de que nos pueden rechazar o abandonar, estamos situados en un estilo de apego inseguro.
A través de sus observaciones llegaron a importantes conclusiones sobre el desarrollo del apego y la relevancia que tiene para los niños percibir a sus madres como una base segura, dando lugar en la investigación al concepto de sensibilidad materna.
¿Qué significa sensibilidad materna?
La sensibilidad materna hace referencia a la capacidad de percibir los signos del niño y de interpretarlos correctamente. Además la respuesta a esos signos debe ser inmediata y apropiada. Un punto importante es que la sensibilidad a las señales del bebé es acorde al estado y humor de los tiempos del bebé, no a los de la madre.
También hay que destacar que lo más importante no es el mero cuidado sino la interacción: es decir, disfrutar ambos -madre y bebé– del cuidado. Con esas observaciones, Ainsworth y sus colaboradores identificaron 4 dimensiones del cuidado maternal: sensibilidad-insensibilidad, cooperación-interferencia, aceptación-rechazo y accesibilidad-negligencia.
Otro hallazgo interesante que plantearon es que los bebés se apegan a sus cuidadores, aunque la calidad del cuidado que reciban sea insensible o abusiva. El apego infantil con cuidadores en esas circunstancias puede probablemente ser inseguro.
Pero la sensibilidad materna no solamente influye en el estilo de apego del niño, sino en otras áreas de su desarrollo. Por ejemplo, se ha observado que la sensibilidad materna durante el primer año de vida del bebé predice su nivel de desarrollo cognitivo y social a los tres años, incluyendo también sus habilidades socio-emocionales.
Otra competencia materna es la MENTALIZACIÓN, además de la SENSIBILIDAD.
La mentalización se entiende como la capacidad de reconocer los propios estados mentales y los estados de los demás. Así pues, nos sirve para entender y explicar el comportamiento de una persona. Está estrechamente relacionado a la capacidad de entenderse y conocerse uno mismo. Es una capacidad muy sofisticada en la escala evolutiva, y nos permite imaginar lo que el otro está pensando o sintiendo, predecir la conducta de los demás, deducir sus intenciones por la forma en que se comporta, deseos, creencias, actitudes…etc. Se interreaciona con la empatía.
Todos los seres humanos compartimos deseos, anhelos, necesidades, etc, más allá de las primarias y básicas de la supervivencia. Esta capacidad de mentalización surgió con el desarrollo del neocórtex –neocorteza-, concretamente la corteza orbitofrontal, que se encarga del procesamiento emocional complejo y participa de las facultades de empatía, etc.
Por ejemplo, cuando el bebé llora, la madre percibe la necesidad de su hijo al tocarle las manos y ante la representación que se forma: “tiene frío”, buscará la manera de satisfacerlo y calmarlo.
En definitiva, una madre puede estar atenta y percibir las señales de su bebé, sí, pero también debe ser capaz de interpretarlas correctamente, lo cual requiere conocer que el bebé tiene sus propios deseos, pensamientos e intenciones y, así, tratarle como una persona con mente desde muy pequeño, más que como una criatura con necesidades que deben satisfacerse.
La mentalización es un concepto distinto al de sensibilidad, pero necesario para procesar las señales del bebé y responder de forma sensible. Sensibilidad para percibir las necesidades del bebé y mentalización para entenderlas correctamente.
¿Por qué es importante esta capacidad materna: la mentalización?
Con la mentalización se ayuda al niño a entenderse a sí mismo, a dotarse de significado, a entender sus necesidades, deseos, intenciones, etc, a legitimarlos. Esto también le prepara de forma paralela para entender los de los demás promoviendo así su desarrollo social.
La propia habilidad de la madre para mentalizar ofrece al niño la oportunidad de integrar sus propios comportamientos –como decíamos-, con un comentario externo que hacer referencia a sus estados mentales subyacentes a cada comportamiento, ofreciendo así al bebé una estructura conceptual con la cual el niño, aun de 6 meses de edad, puede comenzar a dotar de sentido sus propios comportamientos.
Como decíamos, esta mentalización le permite al niño “leer” o entender la mente de las personas y, a la vez, hacer que los comportamientos de las personas sean significativos y predecibles.
Así pues, una adecuada capacidad de mentalización de las madres promueve el establecimiento de vínculos de apego seguro y promueve la adquisición temprana de la teoría de la mente –mentalización- en el niño.
¿Cómo se produce la mentalización?
La mentalización puede entrar en funcionamiento en cómo las madres “piensan” al bebé, en las interacciones que sostienen con éste, en el lenguaje de la madre y en cómo le transmite al niño en su discurso referencias a estados mentales.
Esta capacidad de mentalizar se pone en práctica en diferentes situaciones de interacción entre la madre y el niño: en las rutinas, al poner disciplina o en situaciones de juego.
En definitiva, la mentalización se comprende como la habilidad de la madre de entender al niño como un ser con pensamientos, sentimientos y deseos y reflejarlos por tanto a través del lenguaje cuando interactúa con él. También es importante reflejar cuando interactúa con él aspectos relevantes para el desarrollo de la comprensión del mundo social en el niño (por ejemplo, el lenguaje causal, referencias a estados físicos, etc).
La aparición y frecuencia de estas referencias va modificándose en el discurso materno según la edad del niño, ajustando este tipo de lenguaje a las necesidades del desarrollo cognitivo del niño.
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