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El síndrome de Asperger (SA) fue encontrado por primera vez  por el pediatra austríaco Hans Asperger en 1944, que lo describió como una ‘psicopatía autística’.

Otros investigadores coetáneos a Asperger también lo detectaron y lo describieron en individuos con una inteligencia normal, incluso un estilo cognitivo sofisticado, pero que mostraban conductas extrañas, una interacción social cualitativamente alterada sin alteración o retraso del lenguaje, dificultades en la comunicación no verbal y pragmática y, muchos de ellos, una coordinación motriz pobre.

Hay un personaje de ficción famosísimo, el doctor Sheldon Lee Cooper de la serie estadounidense “The Big Bang Theory” que también lo sufre. Algunos personajes famosos en la historia como Beethoven o Albert Einstein también se considera que pudieron tener Síndrome de Asperger.

Algunos síntomas de Asperger

Las personas con Síndrome de Asperger son incapaces de comprender los códigos sociales y su lenguaje corporal es bastante limitado.

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Suelen exhibir un interés limitado por las cosas, de manera que excluyen el resto de objetos o intereses. Por ejemplo, Sheldon Cooper de Big Bang Theory no se involucra en ciertas tareas o temas de conversación. Estas personas también suelen manifestar un interés obsesivo por algunos temas concretos.

Estas personas suelen tener una inteligencia por encima de la media pero suelen concentrar este potencial en rutinas o rituales repetitivos y obsesivos.

Otras características de este trastorno son el hábito de emplear un lenguaje demasiado formal o monótono y la tendencia a interpretar la ironía o sarcasmo literalmente.

Además no suelen demostrar interés o atracción sexual hacia otras personas. Todo esto dificulta que se puedan adaptar a las circunstancias que viven.

Pese que a partir de los años 80 se sugirió el término “trastornos del espectro autista” incluyendo el Síndrome de Asperger dentro de éstos, se ha mantenido clínicamente caracterizado como un trastorno separado del autismo, pero esta discusión continúa hoy en debate.

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Actualmente, amparado en diferencias clínicas, neuropsicológicas y evolutivas, el Síndrome de Asperger (SA) se clasifica en la CIE-10 y en el DSM-IV-TR entre los trastornos generalizados del desarrollo, como un trastorno específico.

La prevalencia del Síndrome de Asperger se apunta a 2,6-4,8/1.000, con una frecuencia tres a cinco veces superior en varones respecto a mujeres. El Síndrome de Asperger muestra una incidencia superior al autismo, señalándose frecuencias hasta cinco veces superiores. Sin embargo, más de la mitad de los casos alcanzan la edad adulta sin ser diagnosticados.

Factores causales

Factores genéticos

Algunos estudios han demostrado el peso del factor genético para el desarrollo del  trastorno. Al estudiar a niños con este síndrome, se ha observado que un 2-11% de padres también lo tenían. En investigaciones similares se ha observado una relación del Síndrome de Asperger con el autismo: en un 2% y 4% de las personas autistas se ha diagnosticado a padres y hermanos con Síndrome de Asperger.

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Estudios neurofuncionales muestran una disfunción de la corteza prefrontal y diferentes vías temporofrontales como causantes de ciertos síntomas y, por tanto, etiopatogénicos del Síndrome de Asperger.

Por otra parte, no sólo los factores genéticos están implicados, sino también numerosos factores ambientales; hasta el 60% de los niños con SA presentan factores remarcables en el período neonatal.

Hans Asperger, su descubridor por así decirlo, sostenía en su momento que el trastorno tenía una causa neurobiológica, ya que observó un amago del síndrome en los progenitores, concluyendo que era hereditario. Otro investigador, Rimland, defendió que un déficit de oxígeno al nacer podía ser la causa, y que una aportación vitamínica podía restaurar los daños sufridos en la formación reticular.

En la actualidad, se sabe que su origen no tiene relación con una mala crianza del niño ni se debe a un traumatismo físico ni a un trauma psicológico, como postulaba el psicoanálisis.

Las investigaciones actuales revelan que el Síndrome de Asperger se debe a una disfunción de estructuras y sistemas específicos del cerebro. El sistema de circuitos neuronales y conexiones entre neuronas está dispuesto de una manera diferente, no siendo defectuoso. Las funciones cerebrales afectadas van acordes al perfil psicológico de aptitudes en el razonamiento social / empatía / comunicación y cognición.

Lorna Wing investigó que algunos de sus casos de Síndrome de Asperger presentaban antecedentes de problemas prenatales, perinatales y puerperales, que podrían haber generado una disfunción cerebral. Estudios posteriores han confirmado esta observación identificando en un 60% de los niños diagnosticados de Síndrome de Asperger complicaciones en su período cercano al parto o en el parto mismo. A pesar de esto, no se ha podido identificar una complicación concreta durante el embarazo o el parto que esté asociada con el desarrollo posterior del Síndrome de Asperger.

En conclusión, los factores que promueven el desarrollo del cerebro durante el embarazo y el parto pueden afectar al cerebro social, contribuyendo así al desarrollo del Asperger/TEA.

Debemos saber que el Síndrome de Asperger y otros trastornos generalizados del desarrollo  no se conciben como todo o nada, sino que se manifiestan como un ‘continuo’, ubicándose en un extremo el diagnóstico del caso más grave, y en el otro, los casos más leves, que incluso pueden pasar por rasgos idiosincráticos personales. De hecho, cualquiera de las manifestaciones propias del Síndrome de Asperger puede manifestarse aisladamente en individuos normales.

En siguientes artículos abordaremos con mayor profundidad aspectos como la evaluación  y tratamiento del Síndrome de Asperger.

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