Comida, compras, drogas, deporte… Sea cual sea su objeto, cuando la compulsión toma el control, uno está como hipnotizado, ya no es uno mismo, sino otro yo. Un hipnoterapeuta nos explica cómo usar el mecanismo a nuestro favor.

Salga de la lucha identificando la necesidad subyacente

Siempre actuamos por una (o más) buenas razones. Por ejemplo, si meriendas, muchas veces es para divertirte, claro, pero también para tranquilizarte, para llenarte, para digerir una emoción, para olvidar…

Por eso, generalmente, cuanto más se lucha contra la compulsión (lucha desequilibrada, la voluntad no se sostiene eternamente contra el impulso), más fuerte se vuelve el problema. Porque sirve para algo…

Entonces, en lugar de autoflagelarte porque no puedes soportar tu compulsión, explora por qué está ahí:
– piensa en lo que te lleva a dar rienda suelta a tu compulsión (¿qué necesidad cubre, antes, durante y/o después?)

– escríbalo en una hoja de papel, con un “?” en la parte posterior. lo que simboliza su intención de encontrar nuevas formas de satisfacer esta necesidad.

– colocar este papel de manera que caiga sobre él cuando aparezcan los antojos.

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Reunir recursos para superar la situación

Redescubre tus recursos olvidados

Antes del inicio de su compulsión, sabía cómo satisfacer sus necesidades de manera diferente, ¿verdad? Un fumador piensa que no puede relajarse sin un cigarrillo, pero él, cuando no fumaba, ¿no sabía cómo relajarse también?

Piense en la necesidad subyacente y reconéctese con los momentos de su vida en los que la satisfizo de diferentes maneras.

A veces tenemos que desarrollar nuevos recursos, aprender. Apelemos entonces de nuestros talentos innatos como imitadores:

– Encuentra modelos, personas a las que puedas inspirar, que actúen como te gustaría actuar.

– Haz una foto de ellos, observa cómo se comportan, como te gustaría funcionar. Con su sola presencia aprendes, de niño aprendiste a caminar viendo caminar a los adultos, sin ni siquiera ser consciente de ello…

– Cada vez que aparezca la compulsión, piensa en estos patrones, le dirá a tu subconsciente lo que esperas de él y te indicará la dirección correcta.

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Habla el lenguaje de tu inconsciente

Nuestro inconsciente trabaja más sobre símbolos que sobre argumentos racionales (¿quién nunca ha intentado razonar consigo mismo, en vano?).

Los sueños son un buen ejemplo: pictóricos, simbólicos, creativos…

Mañana y tarde, justo antes de dormir:

– Pide que venga un símbolo (la primera imagen que viene espontáneamente). Más raramente, puede ser un sentimiento o un sonido. Si no entiendes conscientemente los símbolos que surgen espontáneamente, está bien, es tu inconsciente hablando consigo mismo. Este símbolo representa lo que produce el “problema”: por ejemplo un mecanismo dentro de ti que hasta ahora tomaba –a veces– el control

– Concéntrate en tu respiración y observa cómo cambia este símbolo

Acabas de indicarle a tu inconsciente, en su lenguaje, lo que esperabas de él. Todo lo que queda es observar lo que cambia en uno mismo…

Regreso al futuro

Imagina que tu problema desaparece y pasa el tiempo: mentalmente permítete adentrarte en un futuro ideal donde no sólo has cambiado, sino que también te has acostumbrado a funcionar de otra manera… ¿Qué es diferente?

En tu entorno: ¿se reducirá tu armario?

En tus comportamientos: ¿qué estás haciendo ahora en lugar de tu antigua compulsión?

En su identidad: ¿en qué tipo de persona se ha convertido y qué impacto tiene en sus seres queridos?

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Autora: Lucia Rodríguez Brines

Apasionada e investigadora de la mente humana. Respeto el sufrimiento humano y procuro ayudar a disminuirlo. Convencida, como psicóloga y como meditadora, de que existe un proceso de evolución de la psique del ser humano. Cómplice del desarrollo de conciencia y valores humanos.

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