Estrés, ansiedad, depresión: la medicina convencional es a menudo impotente para aliviar este sufrimiento. Sin embargo, otros métodos, inspirados en la sabiduría antigua o en estudios recientes sobre el cerebro han demostrado su eficacia.

¿Deberíamos sumergirnos en las pastillas para superar la depresión? ¿Es el psicoanálisis la única respuesta a la ansiedad y el estrés? A estas dos preguntas. Claramente no.

Contamos con aproximaciones terapéuticas para tratar el sufrimiento psíquico: acupuntura, nutrición, respiración, deporte, luminoterapia, comunicación emocional…

Métodos como la acupuntura o el EMDR (Integración neuroemocional con movimientos oculares) han sido objeto de estudios científicos razonados que establecen su eficacia; sin embargo, la ciencia médica se interesa por ellos sólo para denigrarlos. Es  realmente absurdo y anticientífico renunciar a estos tratamientos, simplemente porque sus mecanismos siguen siendo incomprensibles.

El psiquiatra David Servan-Schreiber concluye que“todos estos métodos tienen en común que aprovechan los mecanismos de autocuración del cerebro y el vínculo íntimo que existe entre el cuerpo y las emociones”.

Estrés: respirar con el corazón

Un método muy sencillo que permite entrar en “coherencia cardiaca”: corazón y cerebro laten al unísono, y resulta un apaciguamiento en la tempestad, tanto físico como psíquico.

La lectura informática de los intervalos entre latidos valida las intuiciones de los poetas: nuestro corazón late al ritmo de nuestras emociones. Pero la influencia de la mente sobre el corazón no es unilateral; los latidos del corazón también tienen un impacto en el cerebro. Algunos especialistas evocan hoy la existencia de un verdadero “sistema corazón-cerebro”.

Así, los cardiólogos saben que una depresión que se produce poco tiempo después de un infarto es una muy mala señal para la supervivencia a corto plazo del paciente… Pero, ¿esta depresión es psicológica, ligada al miedo a la muerte pasada tan cerca? ¿O de origen orgánico, siendo el corazón dañado por el infarto incapaz de sentir emociones agradables? Nadie lo sabe todavía, pero tal vez podamos concluir que los latidos del corazón “coherentes“, por lo tanto armoniosos, ayudan al cerebro a luchar contra la depresión y el estrés. “La ‘coherencia cardíaca‘ nos enseña a observar cómo nuestro cuerpo vive la emoción, a verla desarrollarse y desvanecerse de forma natural. Permite en particular establecer armonía entre nuestros dos cerebros.

Cómo hacerlo:

Para entrar en coherencia cardíaca, hay que empezar por… respirar. Tome varias inspiraciones y espiraciones lentas y profundas, haciendo una breve pausa después de la espiración. Luego, después de esta fase de estabilización, dirija su atención al corazón, visualice sus movimientos lentos, imagine la inspiración que le aporta oxígeno y la espiración que lo libera de sus desechos. Finalmente, acompañamos la sensación de calidez que se desarrolla en el pecho con pensamientos tiernos: evocación de los rostros de los seres amados, imágenes de la naturaleza, fervor de la oración… Depende de cada uno encontrar su propia emoción positiva.

Durante este ejercicio, a veces notamos que una sonrisa sube lentamente a los labios, como si hubiera nacido en el pecho y viniera a eclosionar en la cara. Es una simple señal de que se ha establecido la coherencia. Entonces, es apaciguamiento en la tormenta, tanto psíquico como físico.

Además, cuando la persona que se vuelve coherente se conecta a un software de ordenador mediante sensores de tipo electrocardiograma (una técnica conocida como “biorretroalimentación”), la pantalla de la computadora muestra claramente la coherencia de los trazados cardíacos en forma de ondas regulares y suaves.

Con la práctica, la coherencia cardíaca se puede practicar en cualquier momento del día y particularmente en plena acción, en el trabajo o en una emergencia, para resolver el estrés.

Reconciliar nuestros dos cerebros

Todos tenemos dos cerebros. Primero, emocional, el cerebro límbico (que compartimos con todos los mamíferos) se preocupa sobre todo de nuestra supervivencia. Este cerebro emocional controla el equilibrio fisiológico (respiración, frecuencia cardíaca, etc.). Esencialmente conectado al cuerpo, se comunica a través de él y le hace expresar emociones elementales como el miedo o el placer. El cerebro cognitivo se formó durante la evolución de la especie. Oculta nuestras capacidades de procesamiento de información clásicamente asimiladas a la inteligencia. Es el cerebro cognitivo el que deduce que esa forma alargada vista en la oscuridad es un trozo de madera; el cerebro límbico, más rápido y cauteloso, ya habrá ordenado retroceder por si fuera una serpiente.

Nuestros dos cerebros coexisten. Pueden ignorarse entre sí, pero también sucede que se pasan por alto en detrimento nuestro. El estrés, la ansiedad, la depresión atestiguan en particular el poder que toma un cerebro sobre el otro. Así, la víctima de un ataque de pánico ya no puede controlar su cuerpo (corazón acelerado, nudos en el estómago, subidón de adrenalina y, sobre todo, sensación de muerte inminente), mientras toda su razón le grita que no hay peligro real.

Por el contrario, cuando el cerebro emocional es sofocado por el cerebro cognitivo, ya no escuchamos sus gritos de auxilio. Así es como uno puede contentarse en un trabajo estéril, encerrarse en un matrimonio infeliz… Pero el cerebro emocional no se deja amordazar tan fácilmente; expresará su malestar con las palabras del cuerpo: cansancio inexplicable, problemas en la piel, infecciones repetidas…

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Autora: Lucia Rodríguez Brines

Apasionada e investigadora de la mente humana. Respeto el sufrimiento humano y procuro ayudar a disminuirlo. Convencida, como psicóloga y como meditadora, de que existe un proceso de evolución de la psique del ser humano. Cómplice del desarrollo de conciencia y valores humanos.

 

 

 

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