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Considerar el dolor como un simple fenómeno, domar el dolor para no añadirle estrés, son los enfoques que la meditación mindfulness nos permite considerar. ¡Y funciona !

Explicaciones y ejercicios para calmar el dolor

Dolor: una señal de advertencia

Cuando nos hacemos daño, se desencadena un dolor para alertarnos e invitarnos a encontrar una solución. Es, típicamente, el golpe de la astilla en el pie o la quemadura con un plato sacado del horno. La información vuelve al cerebro, a lo largo de los nervios, para advertirnos: ¡no debemos quedarnos en esta posición, en esta situación! Una buena manera de trabajar estos síntomas es considerar estas molestias como fenómenos. En la meditación, el dolor no somos nosotros. Es una parte de nuestro cuerpo cuyas terminaciones nerviosas se activan. Si logramos ver el dolor como procesos de advertencia, podemos tomar distancia. El dolor agudo no dura mucho. Por otro lado, el dolor crónico es un verdadero problema de salud.

Lo que complica la situación en el dolor crónico es que anhelamos un mundo ideal. Huimos de lo que es desagradable, tenemos aversión por lo que está mal. Y nos tiramos a las drogas al primer dolor de cabeza que dura un poco… Sin embargo, el dolor no es sufrimiento: el sufrimiento es la consecuencia del dolor físico o emocional. Es lo que hacemos del dolor, la interpretación que le damos, el juicio. El sufrimiento es una de las posibilidades de reacción al dolor; pero no es la única.

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La meditación alivia el dolor crónico

Desafortunadamente, en el dolor crónico, la atención plena no puede borrar los síntomas, pero puede brindar alivio al cambiar nuestra perspectiva, nuestra experiencia. Sin suprimir el dolor, tenemos la posibilidad de verlo de otra manera y de influir en él. Numerosos estudios realizados por la Universidad de Massachusetts dan testimonio del beneficio de la atención plena en todo tipo de dolor. Los meditadores se alivian de forma duradera, tienen una mejor imagen de su cuerpo y su estado de ánimo mejora. Mucho más que en pacientes en tratamiento farmacológico simple.

Los científicos son claros: los seguidores de la meditación reaccionan con menos violencia al dolor porque ciertas áreas del cerebro se activan de manera más moderada: las áreas responsables de la cognición (corteza prefrontal), la emoción (amígdala) y la memoria (hipocampo).

También se observó una disminución en la activación de los circuitos del dolor. ¡Estos resultados representan una pequeña revolución! Ahora sabemos cómo “neutralizar” ciertas áreas del cerebro normalmente involucradas. La meditación genera un estado mental particular que desconecta, en cierto modo, el circuito: disociamos lo cognitivo y lo sensorial, no porque pensemos que tenemos dolor que es verdad.

No huyas de tu dolor

Aprender a vivir con el dolor es complejo. Nuestro reflejo es huir de lo desagradable. Mientras que en el programa se nos pide que conectemos con el dolor, que lo miremos de frente, en su totalidad. Ponerse en contacto con una sensación desagradable nos parece tan complicado ¡como absurdo! Y, sin embargo, hacer las paces con tu dolor, no tensarte cuando ocurre, automáticamente reducirá su intensidad.

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Tener dolor es muy especial porque estamos acostumbrados a anticiparnos. Anticipamos lo que será desagradable. Huimos de la desagradable experiencia emocional y sensorial hasta el punto de nunca haber observado la magnitud del dolor. No sabemos mirarlo sin miedo. Sólo que complicamos el problema: además de tener dolor en el momento, nos ponemos tensos ante la idea de que ese dolor nos duele. En pocas palabras, además de sentir dolor, tenemos miedo de sentir dolor.

Cuando nos sentimos impotentes ante el dolor, sumamos estrés, desesperación, ira, tristeza… Con el tiempo, en lugar de huir del dolor, que sólo aleja el problema, aprendemos a domarlo. Lo exploramos, tratamos de conocerlo mejor en lugar de agotarse tratando de detenerlo, deshacernos de él o escapar de él.

Aceptar los sentimientos como son, como vienen, es muy doloroso cuando sufrimos. Es difícil, es verdad. Renunciar a la idea de una vida sin dolor es una verdadera renuncia. Pero una saludable renuncia.

Ejercicio

Cambiando la relación con el dolor

¿Sientes dolor? Pregúntese: “Justo ahora mismo, ¿cómo me siento? o “inmediatamente-ahora, ¿es soportable?” Hazte a un lado, tomar distancia, da un paso adelante y mira tu dolor. Ya no se trata de luchar contra él, ya que te instruirá y te guiará.

Observe cómo su mente procesa esta información. Observa todos los pensamientos automáticos relacionados con tu dolor: “Estoy jodido”, “Nada ni nadie puede hacer nada por mí”, “Voy a sufrir durante horas, días, toda mi vida”. Este paso es muy importante para entender cómo nuestra interpretación nos enferma. Queremos eliminar ese dolor porque nos negamos a estar fuera de control.

Al contrario, invítala a tu vida. En el dolor, siempre hay anticipación. Tenemos miedo del daño y, como si fuéramos a recibir un golpe, nos protegemos, tensamos los músculos para no sentir lo que anticipamos. Lo que aumenta el dolor.

Si el dolor ocupa todo el espacio de nuestra mente, sólo somos dolor. Si, por el contrario, podemos volver al momento presente, ya no somos nuestro dolor.

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Autora: Lucia Rodríguez Brines

Apasionada e investigadora de la mente humana. Respeto el sufrimiento humano y procuro ayudar a disminuirlo. Convencida, como psicóloga y como meditadora, de que existe un proceso de evolución de la psique del ser humano. Cómplice del desarrollo de conciencia y valores humanos.

 

 

 

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