Aquí hay 4 comportamientos típicos de un niño altamente sensible, para padres que deseen comprender mejor la forma en que su niño percibe el mundo que lo rodea.
Una imaginación extraordinaria
La capacidad de imaginar mundos, personajes, historias e incluso otras realidades está muy desarrollada en niños muy sensibles. Esta gran imaginación unida a su madurez intelectual hace que en ocasiones prefieran la compañía de niños mayores o incluso de adultos. Dicen que se aburren con los niños de su edad y evitan las conversaciones superficiales, que les resultan poco interesantes.
Como resultado, también pueden sentirse muy solos, fuera de contacto con su familia o con otros niños.
Dado que el niño muy sensible no sabe ocultar lo que siente, sus emociones se manifiestan con mucha claridad, lo que en ocasiones puede complicar su vida social o su escolarización.
Si se valoran las cualidades del niño, si se le anima a cultivarlas y se le apoya en esta búsqueda, tiene muchas posibilidades de poder superar sus miedos y revelarse a sí mismo.
Diariamente, las emociones pueden volverse abrumadoras y problemáticas para un niño ultrasensible, especialmente si cree que la razón de sus dificultades radica precisamente en su diferencia, su aguda sensibilidad, porque los adultos dicen que es “demasiado” sensible.
La ansiedad del abandono
Encontramos, muy a menudo y en todas las edades, la angustia de ser abandonados o rechazados. Puede ser particularmente vívido para un niño muy sensible si se siente muy diferente a los demás y sufre esta discrepancia con ellos.
Para muchos niños, este miedo es intenso. La emoción puede volverse abrumadora si el niño no la comprende y “no sabe qué hacer con ella”.
Cuando este viejo miedo al abandono resurge, el niño necesita especialmente que un adulto que le dé confianza esté presente y lo cuide, que le dedique tiempo, que le demuestre afecto sincero y que se tome el tiempo para hablar con él. El terror de ser abandonado o rechazado será tanto más poderoso cuanto que el niño carece de afecto genuino y de palabras sinceras.
El miedo a enfermarse o enfadarse
Los niños muy sensibles pueden sentir que no son como los demás niños. A menudo se preguntan si son anormales, enfermos o locos.
Para algunos niños, el miedo a la locura se manifiesta al mismo tiempo como un fuerte cuestionamiento de los demás, sus miradas, sus juicios, sus críticas, etc.
El niño está solo para experimentar sus emociones y no puede compartirlas con sus seres queridos. Esto acentúa su impresión de estar fuera de la normalidad social. En otras situaciones más raras, el niño puede enfrentarse a actitudes o comportamientos incomprensibles por parte de los adultos que lo rodean. Con el tiempo, su confusión aumenta. Puede sentirse abrumado por la incomprensión.
Mientras algunos niños se impresionan con los rostros, otros temen “palabras que causan dolor”, pero también lugares que encuentran feos u hostiles, sin humanidad, fábricas por ejemplo. Alquitrán y que no parece natural para ellos. Por el contrario, a los niños hipersensibles les gusta mucho la naturaleza y los animales.
De hecho, los niños pequeños expresan espontáneamente su malestar o su vergüenza hacia los ancianos, las personas que huelen fuerte, etc. Algunos le tienen miedo a los hombres, muchas veces porque están más acostumbrados a la suavidad del mundo de las mujeres que los rodea y el mundo de los hombres les parece duro, frío y demasiado serio, es decir, demasiado insensible. Son muy atentos y cuidadosos al tomar el autobús o el metro para ir a la universidad o caminar a casa. Cuanto más sensible es un niño, los matices más sutiles de extrañeza, dureza o incluso rechazo bastan para desconcertarlo. Sobre todo, teme no ser escuchado, comprendido, acogido y amado …
Los adultos se preguntan cómo actuar con un niño muy sensible para consolarlo. De hecho y de manera bastante sencilla, es deseable escucharlo y hablarle con tacto y delicadeza, mostrando paciencia, sobre todo para respetar su ritmo y adaptarse a su capacidad de recibir nuestras palabras, capacidad diferente de un niño a otro, o de un período a otro. El adulto que actúa con atención y benevolencia, y – cuando es posible – con ligereza y humor, evitando juzgar al niño, sus palabras, sus acciones o sus actitudes, felicitándolo o animándolo, calma sus preocupaciones mientras le devuelve la confianza.
Autora: Lucia Rodríguez Brines
Apasionada e investigadora de la mente humana. Respeto el sufrimiento humano y procuro ayudar a disminuirlo. Convencida, como psicóloga y como meditadora, de que existe un proceso de evolución de la psique del ser humano. Cómplice del desarrollo de conciencia y valores humanos.
Si estás interesad@ en conocer nuestros servicios de psicología y mindfulness, puedes escribirme a info@psitam.com y estaré encantada de atenderte.
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