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Con los adolescentes amurallados en sus silencios y raudos para reaccionar ante el más mínimo comentario, la comunicación no es fácil.

Análisis de las situaciones más frecuentes:

“No responde las preguntas que le hago”

El adolescente aprende a crear un espacio interior inviolable. Pero no siempre puede juzgar los límites: puede percibir una pregunta como una intrusión. No se trata de acosarlo, pero tampoco se debe permitir que el silencio se dirija a cuestiones prácticas, como cuándo piensa volver después de una noche de fiesta.

“Ya no me dice nada”

Para el adolescente, su padre y su madre son “representación” de una infancia de la que busca escapar. Necesita distanciarse de ellos y prefiere confiar en sus compañeros. Paradójicamente, también teme ser abandonado. Por tanto, queda por aprovechar las oportunidades de diálogo cuando surjan, favoreciendo terrenos neutrales. Así podemos retomar un comentario que hace sobre una película o sobre uno de sus amigos. Pero sin pretender ser el interlocutor privilegiado y sin excesiva acaparamiento: le angustiaría sentir que está llenando un vacío emocional en sus padres.

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“Tengo miedo de poner límites, porque en él se desencadena la violencia”

Siempre que no sean demasiado arbitrarios ni demasiado rígidos, los límites son vitales para el adolescente. Lo tranquilizan probándole que no está solo, abandonado. Sin embargo, ten cuidado con la coherencia: no será creíble si lo amonestas por su comportamiento temerario con su scooter cuando tú mismo no respetas los límites de velocidad. Si no estableces ningún límite, empujas a tu adolescente a ir a más, hasta que encuentra oposición, lo que puede tener graves consecuencias (accidente, violación de la ley, etc.). Si se vuelve violento, y especialmente si tienes miedo, busca ayuda externa competente, como un terapeuta familiar.

“Es grosero conmigo”

Hablar grosero, incluso insultante, a sus padres es perjudicial para un adolescente porque los padres representan la rama en la que está sentado. Cuanto más los derriba, más se siente derribado. Al mostrar “tolerancia”, le estamos haciendo un flaco favor. Sobre todo porque es muy sensible al efecto espejo: la falta de respeto sin encontrar barreras le lleva a preguntarse si él mismo es respetable. Es imperativo cortarlo, especificando que sus comentarios son inaceptables y llamando a un tercero si es necesario.

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“Algunos temas se han vuelto difíciles: trabajo escolar, ropa …”

Está en juego la imagen que tiene de sí mismo. A esta edad, nos gusta diferenciarnos de nuestra familia mientras nos igualamos con los amigos. Por ejemplo, si sus impactantes atuendos de ropa no provocan comentarios, es posible que se sienta transparente. Por tanto, se sentirá seguro si le dejamos cierto margen. En el caso de problemas escolares, no se trata de darse por vencido. El adolescente necesita saber que sus padres están preocupados. Y agradecerá que discutamos con él las medidas a tomar: tutorías, cambio de instituto …

“Fuera de alcance: nunca deja su móvil, se encierra en su habitación …”

Volvemos a acercarnos a la “paradoja del adolescente”: necesita una burbuja protectora, al tiempo que hace visible su ausencia. Es legítimo para él poder aislarse en su espacio: llamar a sus amigos, enviar correos electrónicos … Esta privacidad debe ser respetada, por ejemplo llamando a su puerta antes de entrar. Pero eso no significa que debamos tolerar una tendencia antisocial: ningún móvil en la mesa, por ejemplo. Y si permanece encerrado en su habitación todo el tiempo, lo mejor es buscar consejo profesional: a veces es señal de dolor.

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“Me critica cada vez más”

En la adolescencia, lloramos la imagen mítica de los padres: poco a poco, descubrimos que no lo saben todo. Entonces los criticamos, lo cual es doloroso. Pero también es una oportunidad para aprender que se puede debatir tranquilamente, tener opiniones diferentes sin dejar de apreciarse. Algunos padres se sienten debilitados por estas críticas y les ponen demasiado énfasis. Ellos “crían” al adolescente, adaptando su comportamiento a cada una de sus declaraciones, lo que resulta muy inquietante para su hijo que, por su parte, quiere ejercitar su mente crítica, no ver vacilar su universo.

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Autora: Lucia Rodríguez Brines

Apasionada e investigadora de la mente humana. Respeto el sufrimiento humano y procuro ayudar a disminuirlo. Convencida, como psicóloga y como meditadora, de que existe un proceso de evolución de la psique del ser humano. Cómplice del desarrollo de conciencia y valores humanos.

 

 

 

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