Nuestra vida está cambiando constantemente. Nos gustaría controlar el cambio, que fuera más rápido y culminábamos pronto nuestro proceso de aprendizaje, o que, directamente, tal cambio no sucediera, y pudiéramos gozar de una pobre aunque apacible estabilidad.
La vida de cada uno de nosotros está diariamente sometida a deberes, obligaciones, rutinas y ciertos parámetros mentales que no nos permiten que cada día se vista de ilusión y creatividad. Hay ciertas maneras de atraer la magia a nuestra vida y permitir así que nuestros días se tornen más auténticos, que podamos ser más nosotros mismos, que podamos gozar más y tener más confianza e ilusión.
Cuando la magia aparece en nuestra vida todo cobra sentido. Esta magia es el amor. Pero no en un sentido romántico. Hay dos maneras de vivir: des del miedo y en amor. Muchos de los sufrimientos mentales que padecemos están relacionados con el primero. Y lo único que nos libera es lo segundo. Por ejemplo, hay muchas personas que temen el amor sin saberlo. De ello comenté en un artículo anterior que puedes consultar aquí.
¿Cómo sé si vivo sin amor?
Seguramente eres una persona sensible. Quieres sentirte más cercano/a a los demás y a todo lo que existe, pero por alguna razón te sientes alejado/a. Quizás te crees una persona muy amorosa y así es. Sólo que no lo expresas. No te permites mostrar tu amor porque crees que te haría frágil , vulnerable y demasiado débil frente a los demás, porque además piensas que los demás o el mundo es amenazador.
Lo primero a trabajar es la idea de que el mundo o los demás son hostiles, prestos a dañarte, a fallarte o a abandonarte. Reposa en una mala concepción de los demás y el mundo.
Lo cierto es que el amor es preocuparte e implicarte con aquellos o aquello que amas. Significa no tener miedo a reconocer que alguien o algo te importa y demostrarlo, luchar por ello. Si nos acostumbrarnos a no encerrarnos en el orgullo (“a mi esto no me importa tanto”) lo hacemos porque creemos que podemos fracasar o nos pueden rechazar, entonces nos protegemos, nos anestesiamos ante el posible dolor: “a mi esto no me importa”, de esta manera nos creemos muy inteligentes por habernos protegido y eso alimenta nuestra autoestima. Así que se cierra el círculo. El problema es que el resultado INEVITABLE es SIEMPRE EL MISMO: ANSIEDAD (miedo).
Debemos comenzar a atrevernos a ser auténticos. Atrevernos a involucrarnos con los demás, con la vida, con aquello que sucede. Si nos intentamos proteger para no sufrir sólo conseguiremos vivir una vida vacía de sentido. La próxima vez que te sientas alejado/a de los demás, separado/a. “Esto es diferente a mi”, “esta persona tiene unas reacciones que no me gustan”, “esto que opina tal persona no me gusta”, etc, no te refugies en ti, no te quedes en ti juzgando esa persona o situación. NO. Porque fingir que no te preocupa y que no te hace sufrir o NO TE IMPORTA tal persona o situación sólo conseguirá alejarte del vínculo con los demás. Por el contrario cuando tu miedo te haga retirarte e intentar fingir que algo no te importa, no le sigas. Involúcrate: pregunta, indaga, expresa, habla, insiste, telefonea, ….
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