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Llegan las vacaciones de Navidad y a todos se nos ocurren planes y viajes para realizar en familia, pero también hay quienes prefieren otra modalidad: viajar en solitario….

Atreverse a viajar sola

Las mujeres que viajan solas impactan, desconciertan, producen admiración y

sorpresa. ¿Qué les impulsa a coger un día la maleta y lanzarse a viajar solas?

“Señorita, disculpe, ¿viaja usted sola?”. Hay quien siente vergüenza solo al pensar que alguien pueda forumlarle esta pregunta, pero hay otras mujeres, valientes, que deciden tomar el rumbo de su vida y emprender viajes sin más compañía que su mochila.

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Pero el viaje comienza mucho antes de partir. La preparación es una parte del viaje enriquecedora a la que debe prestarse atención. Lo más saludable y provechoso psicológicamente es que al comienzo de cualquier viaje nos detengamos un momento y comprendamos cuál es el objetivo y el impulso que te motiva a hacer ese viaje (probarte a ti misma, conocer nuevas habilidades y recursos propios, encontrarte cómoda contigo mismo/a, o objetivos más específicos: moverte por una ciudad desconocida por ti sola, ser tu misma no teniendo que interpretar ningún rol con personas que no te conocen de nada…). Esto te hará ver con claridad cuál es tu intención, es decir, el sentido que para ti tiene una decisión así. Esta toma de conciencia es reveladora. Pararte y reflexionar cuál es el verdadero motivo por el cual vas a lanzarte a un viaje en solitario te ayudará a integrar en armonia lo que pueda ir aconteciendo. Es una decisión importante ya que implica el riesgo de no tener ningún apoyo al exponerte a un mundo desconocido y para ello hay que estar preparada.

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Al viajar sola no puedes comentar nada de lo que vas observando con alguien cercano y por eso todo lo que experimentes formará parte de tu  conciencia íntima y única. Esto puede ayudarte a abstraerte y ver el mundo como si lo vieras desde fuera, como una espectadora. Esta experiencia es muy enriquecedora desde el punto de vista personal hasta el punto que nos puede llegar a transformar la perspectiva de la vida.

Abrirse a los demás

Emprender un viaje en solitario implica romper con nuestro grupo de referencia, nuestro rol, los papeles que desempeñamos y lugares que conforman nuestro día a día. Hay momentos en los que necesitamos de esta definición y etiquetas, pero también existen otros en los que necesitamos despojarnos de estos límites para lograr algo de libertad, sabiendo que tiene los días contados.

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Según la psicología, las mujeres que han viajado o viajan solas son positivas y suelen relativizar los problemas debido a la capacidad resolutiva y perspectiva mental que han ido desarrollando en cada uno de sus viajes. Son mujeres con un elevado grado de responsabilidad y muy organizadas. Así pues, viajar una vez en la vida es algo muy recomendable como crecimiento personal, no para huir de uno mismo/a sino para encontrarse.

Disfrutar de una misma

Como decíamos, huir de una ciudad y emprender un viaje para dejar atrás problemas personales es un error. Lo más recomendable es dejar a un lado el plano sentimental y después diseñar una ruta. La experiencia que te ofrecen estos viajes son parte del aprendizaje vital y de la configuración de la persona, pues te amplían la mirada a diferentes perspectivas y al final te construyen una personalidad más receptiva.

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Hay personas que utilizan sus viajes a modo de retiro espiritual cuyo objetivo es, aparte de conocer lugares y personas nuevas, vaciarse de todo lo que ha ido pasando en el año, las tensiones, malos momentos,  e incluso los buenos y observar tanto para fuera como para dentro.

Hay quien le apasiona la sensación de estar aislado/a por el idioma, no entender nada y solamente abrir el canal de comunicación cuando lo desea. Es un descanso de las exigencias sociales y poder elegir. En los viajes en solitario puedes observar a la gente que no se siente observada, sus gestos, entonación, cómo caminan…

Continuamente nos influye nuestro entorno para configurar nuestra identidad, somos lo que fuimos, lo que vemos, sentimos, pensamos… Pero, al rodearnos de un mundo nuevo cuando hacemos un viaje, connuestra identidad desnuda podemos reinventarnos.

 

Superar miedos

La mezcla de miedo a lo desconocido y espíritu de aventura es lo que engancha para volver a repetir la experiencia, y lo que lleva a muchas mujeres a llenar su maleta de valentía y marcar nuevas rutas. Y no es necesario tenerlo todo controlado, sino ¿qué gracia tendría?

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Es precisamente un sano punto de incertidumbre lo que vuelve inolvidable un viaje. Y es que conocer los propios límites y darte cuenta que puedes afrontar las situaciones que no tenías previstas en un principio hace que te sientas capaz de enfrentarte a lo que sea.

Viajando sola se logran tener momentos de plenitud absoluta con pequeñas cosas: bañarse en el mar, contemplar un cuadro o comer un trozo de pizza por la calle y se disfrutan con muchísima intensidad.

Un deseo de superación

Cada vez crece más el número de mujeres que se animan a emprender un viaje solas, de hecho están surgiendo incluso agencias y guías especializadas en ello. Y es que pocas cosas nos nutren más que descubrir hasta dónde podemos llegar para superarnos.

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