Cómo conseguir educar niños seguros de sí mismos y responsables sin recurrir a chillar, a gritos.
Antes de decidirse a tener un hijo, sí que estás enterado del fenómeno de pasar noches en vela, los cólicos de los bebés, etc, pero pocas veces nos cuentan qué se debe hacer para criar a tu hijo para sea un adulto responsable, crítico y solidario. Ni tampoco te explican cómo conseguir que tus hijos colaboren en las faenas de casa. A menudo, hasta la persona más pacífica y paciente puede perder los nervios y chillar a su hijo con el propósito de que recoja sus juguetes, o vayan a dormir, etc. Pero, según advierten los investigadores en este ámbito, los gritos son una forma de educar nociva y contraproducente.
Consecuencias del grito como estilo educativo
Cuando chillamos recurrimos sin ser conscientes a un acto de agresividad e incluso violencia, y eso es lo que perciben nuestros hijos, esa “energía” de agresividad. Al ser sus figuras adultas de referencia, ellos pueden “integrar” o “absorber” esta estrategia -el grito o el malhablar- para conseguir que los demás (amigos, compañeros de clase, familiares…) los escuchen, hagan lo que dicen, etc. En otras palabras, estaremos fomentando que se vuelvan personas agresivas o bien inseguras e inhibidas.
Así pues, los padres deben aprender estrategias de expulsión de su ira (que aparece con el estrés, cuando perdemos la paciencia, etc…) para así no dañar la autoestima del niño, que no sabe defenderse de los chillidos ni interpretarlos (puede erróneamente asumir que él es malo u odioso , en lugar de separar su conducta en un momento determinado de su persona).
Tampoco se dan cuenta los niños que antes de alzar la voz, su padre le pidió 4 veces que recogiera los juguetes, o que su madre está agotada del trabajo y no le apetece perseguirle para que se ponga el pijama.
Lo que ellos interpretan, según la cofundadora, pedagoga y directora de contenidos de Edúkame, Cristina Garcia, es que ellos lo están haciendo mal, que no valen, que sus padres no les aman. De ahí que sea tan delicado el tema del chillido.
Para un hijo lo más importante son sus padres, y necesita una atención por parte suya de calidad. Si sus padres le ofrecen afecto y mensajes positivos reforzarán su autoestima. Pero si le chillan con frecuencia, el niño interpretará en su mente infantil el mensaje como “no soy bueno” o “no me quieren”
Otro de los inconvenientes del chillar es que los niños obedecen así por miedo, no porque realmente entienden qué hubo de incorrecto en su conducta, con lo cual tampoco adquieren un conocimiento del mundo ni de sí mismos, únicamente aprender a responder con miedo, no aprenden nada positivo y útil para su vida.
Normas y reglas
Para que los niños aprendan a ser responsables de sus actos y no recurrir a chillidos para cumplir las normas se necesita que los padres hayan explicado las pautas que han de seguir y las consecuencias que acarreará no seguir esas pautas.
Tampoco significa que hayamos de escribir una lista interminable de normas ni de imponer castigos si no respetan éstas. La idea es dar unas pocas directrices, claras y sencillas, adaptada a la edad de cada niño. Una vez marcadas las pautas, los padres no tendrán que hacer nada. Sólo respetar la decisión de sus hijos y mantener la calma.
Cristina García comenta: “Cuando le has dicho al niño qué pautas y qué consecuencias hay, el niño sabe qué ha de hacer, qué se espera de él. Es una forma de enseñar a nuestros hijos a ser autónomos y responsables. No se busca obediencia directa”.
Según los expertos, siempre que se pueda, debemos convertir las órdenes en planteamientos que conllevan elegir entre dos opciones. Así les damos a los hijos la oportunidad de decidir y asumir las consecuencias de su elección, los estaremos formando como personas autónomas y responsables. Por ejemplo : en lugar de decir a tu hijo: “ves a dormir inmediatamente”, platearle: “¿qué prefieres: ir a dormir ahora y tener un rato para leer o ir a dormir más tarde pero entonces apagar la luz y dormir enseguida?”. Además los niños posiblemente obedecerán más de esta manera por la sencilla razón de que a nadie le gusta que le den órdenes.
Cómo dar órdenes
A veces dar a elegir entre dos opciones no es posible, entonces es inevitable darles un orden. Si esto sucede, y para que los niños obedezcan más rápida y eficazmente es cambiar la frase de negativa a positiva: en lugar de “no hagas ruido”, “habla más bajito” o “silencio”, por ejemplo. Así los niños no tienen duda alguna sobre lo que deben hacer. También es recomendable ponerse a la altura, literalmente, del niño y mirarle mientras se le habla. Es un signo de respeto, escucha, afecto y cercanía.
Otra solución aportada por otro experto para conseguir que los niños obedezcan consiste en cambiar una orden por un toque de atención. Por ejemplo, en lugar de advertir “ que no llegamos”, “daros prisa!” se puede cambiar por: “el avión despega en 5 minutos! Los pasajeros que no estén a punto perderán el vuelo”. Es una forma más fácil de conseguir el objetivo de llegar a tiempo ilustrándolo y poniendo una limitación de tiempo.
En resumen,
- El estilo de crianza de un hijo/a debe incluir normas, pautas bien específicas, claras, sin excederse en la cantidad y adaptadas a su edad.
- El chillar al niño/a para educarle es contraproducente: su autoestima se debilita, aprende por miedo no porque entienda qué ha hecho mal, aprende a relacionarse con los demás a través de chillar.
- Los padres pueden aprender a gestionar su propia ira sin recurrir a la vía fácil, que hiere los sentimientos del niño y menoscaba su auto-aprecio.
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