La inteligencia no es sólo el coeficiente intelectual

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Una persona inteligente se ha asociado tradicionalmente con unos buenos resultados en los tests de inteligencia y, por tanto, con un coeficiente de inteligencia (CI) elevado. Esta creencia se sustentaba en la relación positiva entre un CI alto y excelentes calificaciones académicas. También se consideraba únicamente inteligente a la persona de ciencias (matemáticas, álgebra…) y lenguas clásicas (latín…). A pesar de esto, en la actualidad esta concepción ha perdido popularidad y veracidad, ya que se ha comprovado que los mejores profesionales (médicos, abogados…etcétera) casi nunca son los más notables de su promoción.  Además, la inteligencia puramente basada en un CI elevado no correlaciona con la capacidad de resolver problemas en la vida cotidiana.

Inteligencia emocional: clave para la supervivencia

En los últimos años, se ha identificado un progresivo aumento en las escuelas del ausentismo escolar, problemas de drogodependencia, fracaso escolar, trastornos de ansiedad en la infancia y la adolescencia, entre otras problemáticas relacionadas con una falta de algún componente de la inteligencia emocional que afectan a niños/as y adolescentes. Estudios psicopedagógicos, sociológicos, biológicos, entre otros, permiten afirmar que hay diversos factores implicados en estos problemas.

  • Des de hace algunas décadas se han recibido contribuciones que han permitido definir la inteligencia emocional y los avances en programas e investigaciones sobre educación emocional, es decir, la incorporación de la inteligencia emocional en el escenario escolar.

El arte de reconducir las emociones

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En los orígenes de la filosofía se pueden encontrar algunas soluciones y respuestas a preguntas sobre aspectos psicológicos del ser humano:

  • En el caso de la inteligencia emocional, se podría utilizar la metáfora del auriga de Platón (filósofo discípulo de Sócrates, s.V a.C.).  En el mito del auriga de Platón, el auriga representa el componente racional del ser humano y los dos caballos que conduce, uno blanco que es docil y obediente (representa las emociones positivas) y el otro caballo es de color negro y es rebelde y alocado (representa las emociones negativas). El caballo blanco representa la tendencia natural a la bondad, y el caballo negro la tendencia a quedarnos atrapados en las emociones negativas.

En conclusión, una de las formas de interpretar este mito es que las emociones pueden ser desbordantes y descontrolar la cuadriga del auriga (el auriga es la razón, el yo), pero es nuestra responsabilidad aprender a conducir las emociones negativas, a calmar el caballo desbocado (negro) para que el carro no se desequilibre, es decir, para que nosotros no nos dejemos llevar por las emociones negativas y consigamos el bienestar personal.

Las emociones no son procesos separados de la razón (dualismo cartesiano), sino que forman parte de un todo integrado en el cerebro.

Muchos autores de la filosofía clásica como los estoicos percibían las emociones como procesos complejos y separados de la razón y de los procesos reflexivos, y aún hoy se conciben como vivencias negativas que pueden controlar las actitudes de los individuos, pero hoy día la neurociencia ha descubierto que las emociones no son procesos separados de la razón (dualismo cartesiano), sino que forman parte de un todo integrado en el cerebro.

Por tanto, es necesario tomar conciencia des de las instituciones, de su importancia y educar a las personas para regular las tendencias negativas de las emociones (caballo negro de Platón) para conseguir un equilibrio y salud emocional óptimos.

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